Corporativismos y estado de derecho




Salvo en aquellos casos y para las circunstancias en que la Ley autoriza hacer uso de este recurso, (por agentes a quienes se les confía esa función) la violencia, ejercida como medida de fuerza para imponer determinada decisión, debiera evitarse en toda organización social que se precie de practicar los principios republicanos y democráticos.
En caso contrario, nos encontraríamos en un escenario donde se privilegiaría a quienes en uso de su fuerza física, intimidación o presión, logran su objetivo de imponer su voluntad a toda costa, llegando incluso a desconocer los derechos de los demás, amparados en pertenecer a un colectivo que se considera representante de un “interés superior”.
Los incidentes vividos como consecuencia de la ocupación de la Biblioteca Nacional -donde la violencia no sólo verbal sino además física, quedó registrada en video y sonido- o los registrados en ocasión del remate de los bienes de Paylana –donde se denunció que mediante la violencia, no se permitió el libre acceso al acto de un particular interesado en ofertar por determinada maquinaria que se ofrecía- no hacen más que mostrarnos la penosa cara de un corporativismo que nada favorece al fortalecimiento de los valores republicanos. En este último ejemplo además, se corre el riesgo de la posible anulación del remate en cuestión, con los consiguientes perjuicios para el Estado, que somos todos…pues por más que pudiera entenderse la convicción reinante entre los ex funcionarios de la textil (quienes al parecer se beneficiarían por una anticipada decisión a su favor del propio Banco de la República, cuya oferta por única, resultó ganadora) impedir el ingreso de otro eventual oferente a un remate, en modo alguno legitima su conducta.
Estas actitudes, más propias de regímenes de tipo fascista que democrático, no pueden permitirse y las autoridades nacionales debieran hacer uso de su deber de protección, para garantizar al mayor número, los derechos humanos básicos a la “vida, honor, libertad, seguridad, trabajo y propiedad” que nuestro Constituyente, desde la fundación de nuestra República, consagrara como aquellos de los que ningún habitante de este suelo podría ser privado, “sino conforme a las normas que se establecieren por razones de interés general”.
Lamentablemente, ha quedado en evidencia un mensaje muy confuso a la ciudadanía y en especial a aquellos más jóvenes, sobre el alcance de los derechos y de las obligaciones de cada uno de los actores en estos asuntos, donde con tristeza, hemos podido comprobar que el gran ausente ha sido el Estado de Derecho.
¿Existía en los casos mencionados alguna ley que por razones de interés general, limitara el derecho de los demás? ¿Nuestro legislador pudo haber privilegiado de alguna manera a quienes en ambas situaciones ejercieron la violencia, para lograr sus objetivos? ¿Todo quedará en la anomia? ¿Es que nadie será llamado a responsabilidad? Nada bueno podrá venir si se siguen admitiendo pacíficamente estas conductas. ¿Es que acaso nadie advierte el daño que este tipo de manifestaciones le hacen al sistema democrático y republicano de  gobierno?
¿Podrá recomponerse el respeto por los valores republicanos que en otros tiempos nos distinguieron? Debiéramos permanecer alertas, para que la fractura que advertimos, pueda llegar a restaurarse sin más dilaciones.

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