Con motivo del Día Internacional de
la Juventud (12 de agosto), Naciones Unidas hace un llamamiento mundial a
establecer asociaciones con los jóvenes.
La idea me parece oportuna y, además, muy justa para el momento actual.
Hemos de reconocer que tenemos una juventud, en su mayoría mejor instruida que
en el pasado, pero también muy abatida, por la falta de futuro y el desempleo
masivo que soporta, por lo que cualquier estímulo vale la pena avivarlo. Desde
luego, no hay peor crisis que una crisis de entusiasmo juvenil, virtud tan
valiosa como precisa.
Sin duda, todos unidos podremos
aumentar las oportunidades y dar apoyo a tantos jóvenes desesperados que no
encuentran su realización en un mundo cada día más difícil, sobre todo para
ellos. A veces, nos conducimos como si el dinero y el lujo fuera lo más
importante en la vida, cuando lo único que necesitamos para vivir felices es
tener algo por lo cual entusiasmarnos. La manera de cambiar el mundo, y de
reinventarnos una nueva cultura, pasa por la juventud, a la que debemos no sólo
cuidar, también proporcionarle cuanto necesite para desarrollar sus ideas,
animar su desenvolvimiento, proteger su
dignidad y sus derechos.
La cuestión es bien clara, con los
jóvenes hay que asociarse siempre. Son el porvenir nuestro y el del planeta.
Tenemos que crear más espacios comunes de participación cívica, permitir que la
juventud colabore y estimularla a que coopere, puesto que está en sus manos el
mañana. Ciertamente, lo pueden construir mejor que los adultos, no en vano la
juventud es la edad de los sacrificios generosos, de la ausencia de egoísmo, de
los sueños posibles. En esta época, de los sueños a la vida no hay tanto
espacio que nos separe. Realmente, un joven que no sueña es un joven sin
inquietudes.
En los ojos de los jóvenes
constantemente hay una luz que hemos de proteger. Por eso, cuesta entender que
haya gobiernos que no apuesten por la juventud.
Que la inversión pública en juventud sea cero nunca será un buen dato.
Los jóvenes son el único valor seguro que reporta beneficios duraderos a toda
la sociedad. A mi juicio, por consiguiente, las políticas de juventud, de
asistencia a esa juventud, han de ponerse mucho más de moda para el bien del
mundo contemporáneo.
Por consiguiente, las energías de
los jóvenes hay que encauzarlas en un mundo diverso. Es crucial que la juventud
aprenda a convivir, a escuchar, a solidarizarse con los demás en un orbe en el
que todo, y todos, estamos interconectados. Por desgracia, la cultura actual,
en algunas partes del mundo, tiende a excluir valores de convivencia,
incluyendo valores de conveniencia, que lo que hacen es alejarnos unos de
otros. También es sumamente preocupante la situación de algunos jóvenes que ni
trabajan ni estudian, esta inactividad u ociosidad genera más exclusión social,
y por ende, más violencia juvenil. Por tanto, asociarse con los jóvenes es
fundamental como bien dice Naciones Unidas. Hay mucho trabajo que realizar
junto a ellos y por ellos. Vale la pena hacerlo.
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