Pérdida de institucionalidad, debilitamiento de la democracia




El fin de semana pasado, el sector UNA del Partido Nacional, emitió una declaración como resultado de su congreso nacional, en el que denunció el peligro del “régimen totalitario del Frente Amplio, que sólo concibe el ejercicio del Gobierno de un modo autoritario”. Hace referencia además a “alarmantes y reiteradas afirmaciones acerca del deseo de obtención del poder total -con dependencia del Poder Judicial y de las Fuerzas Armadas al Frente Amplio- propias de la concepción de gobierno de partido único”.
Ese comunicado fue cuestionado luego, por parte de algunos participantes de la propia UNA y de ese mismo  congreso, así como también por actores políticos de otros partidos, que lo tildaron de exagerado y de llevar  adelante una “polarización” o una “radicalización” que nada bien le hace al país y a su democracia.
Nosotros no queremos entrar en tremendismos simplistas, ni en radicalismos, ni mucho menos causar una falsa alarma a la población. Tampoco queremos ser injustos con el gobierno por, más que discrepamos en muchos aspectos de su gestión y acusarlo de lo que no es.
Por lo tanto, no se  puede afirmar que en el Uruguay de hoy no hay  libertades y que no vivamos en democracia. Pero he dicho en más de una oportunidad que la libertad no es un valor que se pierda de un día para el otro, es generalmente un proceso lento, con muchas etapas de deterioro paulatino. La democracia, es por otra parte, algo que se construye día a día y no se limita al simple, aunque  no poco importante, ejercicio de votar cada cinco años. Y tanto libertad como democracia están directamente ligadas al respeto de las Instituciones y a la plena vigencia del estado de derecho. En ese sentido afirmaba el Dr. Hebert  Gatto en su columna del diario El País: “El estado de derecho, como dimensión de la democracia, funciona subordinado a la norma jurídica, expresión de la idea de justicia. Debiendo entenderse por tal, ya determinados valores naturales mínimos, imprescindibles para una ordenada convivencia, ya aquellos principios que todos los seres humanos racionales y razonables deben admitir para interactuar civilizadamente en condiciones de pluralismo. Tal la formidable importancia del derecho, para otorgar sustancia, límites y previsibilidad a la política, superando su discrecionalidad”.  
Y cuando, el propio Presidente de la República actúa demostrando el poco respeto que tiene a la institucionalidad, llegando a manifestar  que “lo político está por encima de lo jurídico” y que de esa forma se resolvió el ingreso de Venezuela al Mercosur, hay una luz amarilla que se enciende cada vez con más intensidad.
No se han perdido libertades, aún. Es grueso tildar al gobierno del FA de totalitario. Pero sin dudas hay un debilitamiento del estado de derecho que debemos denunciar.
La anulación de la ley de caducidad fue un quiebre institucional claro. Se inventó un procedimiento legal inconstitucional que aniquiló con las históricas garantías y lo que es más grave, desconoció dos contundentes pronunciamientos populares.
Se votaron leyes, aprovechando  una disciplinada mayoría absoluta en el Parlamento, constituyendo al estado en juez y parte, vulnerando la normativa legal y sin que se les mueva un solo pelo.
Así, la ley de liquidación de PLUNA, más allá de las consideraciones hechas sobre el fondo del negocio, fue la creación de una ley “a medida” que desplaza a acreedores, incluyendo créditos laborales, e impone ilegítimas prioridades en aras de una pretendida defensa del patrimonio estatal.
La suspensión de Paraguay del Mercosur y la inclusión de Venezuela al bloque, violan las disposiciones del Tratado de Asunción y los protocolos de  Ouro Preto  y Ushuaia y nos expone al ridículo ante tribunales internacionales, destrozando una tradición, que mucho nos honra, de apego y defensa  del derecho internacional.
La permanente concentración de poder en la Presidencia de la República que venimos denunciando desde el presupuesto de 2010, tiene un nuevo capítulo en la instancia de la rendición de cuentas, donde se crea la Agencia Nacional de Inversiones (ANI), o sea que desde la Presidencia y sin control parlamentario, se manejará la totalidad de la inversión pública, arrasando con las autonomías constitucionales de los Gobiernos Departamentales.
El dos de julio pasado ingresó al Parlamento el proyecto de ley  de habilitación del puerto de aguas profundas en el departamento de Rocha.  Nos apresuramos a decir que compartimos absolutamente la necesidad de construir un puerto de esas características en nuestro país. Iniciativa que tiene varias décadas en la agenda de varios gobiernos de todos los colores.
Pero lo que ahora hago es denunciar (ya lo hice en la oportunidad) la inconstitucionalidad del artículo 473 de la ley 18.719 de diciembre de 2010. El mismo dispone, en el literal B, que se habilitan los puertos que cuenten con la aprobación del MTOP que se ubiquen en la costa oceánica del departamento de Rocha entre Cabo Santa María y el arroyo Chuy. En el párrafo final dice, El P.E. promoverá, posteriormente la habilitación correspondiente   ante la Asamblea General (numeral 9 del artículo 85 de la Constitución). Transcurridos treinta días de recibida la solicitud sin que la misma haya sido aprobada o rechazada por la asamblea general, se tendrá por concedida la habiltación.
Y esto es inconstitucional, el artículo 85 de la Carta, en su numeral 9 dispone que le “compete a la A.G. habilitar puertos” y el Poder Ejecutivo, por imperio de un plazo ridículo para los tiempos parlamentarios, de hecho atropella a otro Poder  del Estado. Es materialmente imposible estudiar todo un proyecto técnico, en comisión de ambas cámaras más el debate y la aprobación en ambos plenos en tan solo treinta días.
Estas cosas constituyen un flagrante desconocimiento de las Instituciones, son actos autoritarios que violentan el estado de derecho y que van debilitando a la democracia. Y esto lo vamos a seguir denunciando para que la ciudadanía informada juzgue adecuadamente a un gobierno que da muestras claras de no tener la vocación democrática que dice tener.

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