Los
datos dados a conocer como resultado de la Encuesta Continua de Hogares,
brindados por el Instituto Nacional de Estadísticas sobre jóvenes estudiantes,
y las causas del elevado índice e incremento de su deserción del sistema
educativo formal, nos impone formular algunas reflexiones. Porque no resulta
insignificante la información que indica que, de cada diez estudiantes casi
cuatro abandonan sus estudios “por desinterés”. La cuestión estriba en ¿cómo interesarlos?
¿Cómo lograr una actitud positiva y constante en quienes deben formarse? ¿Cómo
trasmitirles que, la verdadera libertad se encuentra en la posesión y
profundización de conocimientos? ¿Cómo hacerles ver que, sólo esa posesión
inmaterial, les permitirá elaborar sus razonamientos y criterios, y en ultima
instancia, su espíritu crítico?
Pues
la problemática social que queda al descubierto, nos habla del estado en que se
encuentra nuestra sociedad y más aún, del país que a la postre tendremos en los
años venideros, pero que debemos construir desde el hoy. Nos muestra –qué duda
cabe- la necesidad de un cambio de rumbo y un tomar conciencia que, resulta
menester ineludible, formular profundas y fundadas modificaciones, a la hora de
implementar los programas educativos.
Nos
delata, la ineficacia de planes de estudio que se han venido aplicando, y que
no han llegado a contener a sus naturales destinatarios, pese al ingente
esfuerzo que, quienes aportan para el sostén financiero del sistema educativo
(en sus múltiples niveles de tributación) han venido realizando. Conste además
que muchas veces, se puede cumplir, a costa de sacrificios personales.
A
nadie escapa, en los tiempos que vivimos, la importancia de la adquisición de
conocimientos y a la vez de habilidades para alcanzar la excelencia. Tal vez
deba apuntarse a la formación en valores y al desarrollo de la imaginación, más
que a programas donde solo se trasmitan conocimientos, (hoy al alcance de toda
persona curiosa y dotada de medios técnicos para acceder a la red de redes)
para así, lograr ocupar los mejores puestos de trabajo en una sociedad,
globalizada y cada vez, más competitiva.
Hoy
a nadie le resulta extraño observar el deterioro en la formación de nuestros
jóvenes, quienes según los datos que se difunden, abandonan por desinterés, sus
estudios. ¿Qué nos está pasando? ¿Qué pasará con ellos? ¿Qué lugar podrán
encontrar en el mercado laboral, para hacer frente a sus necesidades y las de
las familias que algún día formen? ¿Pretenderán seguir recibiendo la asistencia
social del mismo Estado que no encontró los caminos correctos para brindarles
opciones educativas que los contuvieran?
¿Qué
se esconde detrás de todo esto?
Parece
un círculo vicioso y a la vez, perverso.
Porque
a nadie puede escapar, la dependencia oprobiosa que los planes asistenciales
generan. ¡Qué lejos estamos de la formación en valores…qué distancia tendremos
que recorrer para alcanzar la formación
autentica del criterio ciudadano y a la postre y nada menos, que el ejercicio
de la libertad!
¿Por
qué no se logra revertir esta situación?
Ha
quedado suficientemente probado que no alcanza destinar el mayor presupuesto de
la historia de nuestro país a la educación. ¿Qué esperamos para promover e
impulsar los cambios verdaderos?
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