La empresa brasileña se benefició de una política
de Estado definida por Cardoso y continuada por Lula: apertura al capital
privado, nacional y extranjero, y cotización en bolsa. Escribe Jorge G.
Castañeda
La expropiación de las acciones de Repsol en
la petrolera argentina YPF, por el gobierno de Cristina Fernández vuelve a
poner sobre la mesa el debate en torno a la inversión extranjera pública o
privada en recursos naturales y en particular de energéticos en países
latinoamericanos. Al igual que en los 40 y 50, -y 70 ante el boom del precio de
los commodities en el mundo- muchos gobiernos más o menos populistas ven con
codicia las ventas extraordinarias que genera la propiedad de dichos recursos.
Ese debate se traslada a México en plena
época de campañas con las posturas de los candidatos en torno al tema de Pemex.
De alguna manera Josefina Vázquez Mota (PAN), Enrique Peña Nieto (PRI) y
Gabriel Quadri (Panal) se han manifestado a favor de la inversión privada
nacional o extranjera minoritaria en Pemex; AMLO (Andrés Manuel López Obrador,
PDR) hasta donde se le entiende quisiera emular el ejemplo de Petrobras. Hace
poco se publicaron una serie de preguntas a los candidatos, entre ellas
''¿estaría de acuerdo en promover la reforma constitucional [...] que permita
la inversión privada minoritaria en Pemex [...] y su cotización en las Bolsas
de Valores de México y Nueva York?''
Petrobras fue creada en 1953 por Getúlio
Vargas (meses antes de su suicidio maravillosamente descrito por Rubem Fonseca
en Agosto) a partir de la nacionalización de varias empresas petroleras: un
monopolio estatal parecido a Pemex. La diferencia, no de menor importancia
simbólica, es que subsistieron en Brasil gasolineras de marca extranjera, de
tal suerte que el brasileño de a pie nunca se acostumbró a ver sólo al charro
Pemex, sino que se familiarizó con Shell o Exxon.
El virtual monopolio estatal no se daba
abasto durante los 60, 70 y 80. En el gobierno de Fernando Collor de Mello
empezaron los cambios, buscando diversas figuras de asociación público privado,
nacional y extranjero en energéticos.
El presidente Fernando Henrique Cardoso
(1995-2003) fue el impulsor de las reformas de Petrobras que permitieron a
partir de 1997 (ley 9.487 ''Ley del petróleo'') dos reformas trascendentes: la
participación de capital privado, brasileño y extranjero, en la exploración,
explotación y refinación de hidrocarburos en Brasil, y cotización en la Bolsa
de Nueva York de Petrobras a través del sistema de ADR's (American Depositary
Receipts). Lo primero permitió a Petrobras allegarse de recursos para iniciar
la exploración de las costas que redundaría, casi 10 años después, en el
descubrimiento de los llamados yacimientos del ''Pré-sal''; la cotización en
Nueva York a través de ADR's, desde febrero de 2001, obligó a la empresa a
ajustarse a las ''mejores prácticas'' de todo tipo.
¿De qué se trataba? Básicamente de colocarse
una camisa de fuerza para sujetarse a condiciones de transparencia, rendición
de cuentas, derechos de accionistas minoritarios, mejores prácticas contables y
a la supervisión de sus finanzas, su gestión y su eficiencia en el mercado.
Cuando llegó Lula a la Presidencia en 2003
tenía la posibilidad de revertir las reformas de Cardoso. Hubiera podido
''deslistar'' a Petrobras de la Bolsa de Nueva York. Hubiera podido
renacionalizarla o aumentar el control del Estado. Optó por no hacerlo. Al
contrario: no sólo siguió la ruta de Cardoso en esta materia, sino que en 2010,
poco antes de terminar su mandato, permitió que Petrobras lanzará una emisión
de acciones en Nueva York que le aseguró el ingreso de 70.000 millones de
dólares, la mayor cantidad jamás recogida por una empresa en un ejercicio así.
Conviene entonces subrayar la importancia de
las dos movidas: capital privado minoritario y cotización en Bolsa. Lo uno sin
la otra es un sucedáneo mediocre, y probablemente inútil.
Por ello la pregunta que hacemos a los
candidatos en México es doble: ¿están a favor o en contra del capital privado
minoritario y de la cotización en Bolsa? Petrobras sin mitos.
Conviene armar bien las preguntas a los candidatos
para evitar simulaciones. Ojalá quienes hagan las preguntas tengan el tiempo
necesario para prepararlas y lo dediquen a ello.
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