Menores infractores y Gobierno infractor




No debería provocar duda que la solución a la crisis de la minoridad no pasa sólo por la reclusión  de menores como sistema. Mucho menos debería asumirse ése como el método más eficiente para encontrar una salida a la delincuencia peligrosa. El Partido Colorado no ha planteado nunca esto y la iniciativa que hoy ha superado todas las expectativas, y que alcanza a menores infractores, basa su escenario en la gravedad del delito cometido más que una cuestión de edades.
Todos los días las calles céntricas de Montevideo son escenario de rapiñas, como también lo vienen siendo, paradójicamente, los barrios ubicados en la periferia de una ciudad desprotegida y sin signos claros de vigilancia sostenible.
Los delincuentes saben que operar en las calles demanda poca imaginación y apenas una visión del entorno, siendo posible captar fácilmente a un patrullero o policía en moto, apenas con observar a vuelo de pájaro tan solo la calle por la que transitan. Apenas un dato pinta la realidad: el tiempo de demanda entre el llamado al 911 o la Comisaría para denunciar una agresión supera en todos los casos 15 minutos. Ese lapso es suficiente para consumar el delito, escapar y distanciarse del lugar al menos 10 quilómetros.
Motos, celulares y la complicidad de una ciudad con barrios oscuros, son la garantía para una actividad ejercida casi con impunidad, la que preferentemente emplea a jóvenes en situación de calle o deprimidos por la droga.
Pero vayamos más allá de la expectativa y consideremos algunos otros parámetros que conforman este complejo escenario y sin pasión, evaluemos a fondo llegada la hora de las soluciones.

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Trascendió estos días en el diario EL OBSERVADOR que, el comité de observadores, integrado por un delegado del Poder Judicial, uno del Instituto de Pediatría Luis Morquio y una delegada de Unicef, visitó el 3 de noviembre del año pasado los establecimientos Las Piedras, Ser, Sarandí y el centro de atención sanitaria (“Hospitalito”) de la Colonia Berro. El documento se presentó el 17 de abril a la Suprema Corte de Justicia.
Entre los incumplimientos figuran carencias en el sistema de seguridad. “Lo primero que se percibe ni bien se ingresa al predio de la Colonia Berro es la fuerte inversión económica que el Instituto ha realizado en materia de seguridad”, señaló.
Describió que los centros Sarandí, Las Piedras y Ser “han sido cerrados con tres altas vallas construidas de alambre concertina, es decir, barreras de cuchillas de alta seguridad para protección perimetral, con un sistema de sucesivos portones de acceso a la planta física”.
Sin embargo, como paradoja, subrayó que el comité “ingresó al establecimiento Las Piedras sin necesidad de que nadie le abriera estos portones ya que todos se encontraban abiertos”.
Los observadores también dieron cuenta de que el ingreso a los hogares “no estuvo precedido por ningún control de identidad ni de ningún otro tipo por parte de los funcionarios y lo mismo ocurrió cuando se ingresó al predio de la Colonia Berro”.
Los técnicos cuestionaron la permanencia obligatoria de los adolescentes en las celdas del nivel dos del centro Ser “durante todo el día, por períodos que duran hasta 14 y 15 días”. Según se informó a los observadores durante su visita, esto es consecuencia del bajo número de funcionarios por turno (cinco), mayoritariamente mujeres.
Los técnicos relevaron un “clima hostil” entre los funcionarios y los adolescentes y dieron cuenta de la inexistencia de “una rutina diaria de mínimas actividades que los adolescentes deban cumplir.
Desayunan, almuerzan, meriendan y cenan en sus celdas. Algunos tienen TV y radio en las celdas”, señalaron los observadores.
Otra carencia que subrayaron fue la ausencia de un proyecto educativo. En el establecimiento Ser había dos maestras que daban clase a 13 de los 46 adolescentes.
El equipo observó un total desconocimiento por parte de los adolescentes acerca de quiénes son sus defensores y quién es el juez de su causa.
Los técnicos comprobaron que un coordinador de Las Piedras le había dado información errónea a un menor sobre la fecha de su egreso. El procurador del establecimiento le había dado otra fecha y esto provocó “angustia en el joven”.
En el documento describe que al momento de la visita, un  adolescente estaba “aislado”, por haber discutido con el coordinador por la información contradictoria que éste le había dado.
Las condiciones generales de higiene, según el informe, son inaceptables. “Los pisos de los establecimientos estaban pegajosos de tanta suciedad: restos de comidas, envases de plástico, bolsas de nylon”.
El trabajo detalló que en el nivel dos del Ser, los adolescentes “hacen sus necesidades en un balde, que permanece en las celdas por 24 horas sin agua potable”.
Agregó que los baños son comunes y el lugar es “extremadamente frío”, pues es abierto y las ventanas tienen vidrios rotos. Hay agua caliente en algunos momentos del día.
Además, se destacó que casi todos los menores reciben medicación psicotrópica: anisolíticos, antidepresivos e hipnóticos. Hay consulta psiquiátrica casi todos los días. No hay médico de guardia durante la noche.
Cuando los adolescentes son trasladados al “hospitalillo” lo hacen esposados y engrillados, según relató la enfermera del lugar.
En las celdas tampoco se les permite a los menores infractores tener pasta de diente, desodorante ni jabón. “Estas condiciones pueden calificarse de trato cruel e inhumano”, según los estándares internacionales de protección de los derechos de las personas menores de edad, remarcó el informe. Lo mismo señaló respecto al aislamiento y la incomunicación.

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Qué hacer desde el lugar en que se esté: qué desde el Gobierno, qué desde la oposición, qué desde la sociedad civil, qué desde los medios de comunicación social.
La realidad no se nutre de un solo elemento: la cárcel o la reclusión es la consecuencia natural por el cometimiento de u delito peligroso cualquiera sea la edad que se tenga, pero estar sometido a este deterioro enfermizo supone un desliz social inadmisible tanto para un país sin problemas demográficos, como para un país con 130 legisladores que deben ver la ceguera de un Gobierno que no sabe poner en el acento en lo que hay que hacer.
No hay impedimento jurídico ni político para rehabilitar a 150 menores; lo que hay es una soberbia infundada de creerse “político” cuando en realidad se es tan solo un aprendiz a burócrata.
El Frente Amplio debe bajar ¡YA! Su eslogan político de sus elecciones elecciones internas que arenga al CAMBIO. ¿De qué cambio nos hablan quienes hicieron caso omiso a la inseguridad ciudadana, la ley y el orden?

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