En más de una oportunidad, desde el debate sobre el
presupuesto nacional a fines de 2010, hemos denunciado la concentración de
poder que se viene produciendo en la Presidencia de la República. Y hemos
dicho que esto no le hace bien a la salud de la democracia uruguaya, no es
bueno para el funcionamiento del sistema republicano, basado en el equilibrio
de tres poderes independientes.
La creación de oficinas y las tareas que directamente, o
a través de la Oficina
de Planeamiento y presupuesto han pasado a depender y ser manejadas por el
Presidente es verdaderamente sorprendente.
Coordinadores regionales, una central de compras, la
cooperación internacional y hasta el buque insignia de la pobre política de
viviendas, el Plan Juntos, dependen de Mujica directamente. Esta política
significa un gran contra sentido, pues para eso están los ministerios, llenos
de técnicos, con toda una estructura funcional que se desperdicia en pos de un
voluntarismo excesivo, que piensa resolver el problema de la vivienda con
donaciones particulares. Hasta se llegó a proponer el pase de la DINAMA a la órbita
presidencial.
Allí funciona también la Coordinación de los
Servicios de Inteligencia del Estado. Oficina creada en el período del
presidente Tabaré Vázquez, por la ley de
presupuesto de 2005, pero la falta de definición de una política común a nivel
nacional y los desacuerdos entorno a quién designar, llevó a Vázquez a dejar
vacante el cargo durante todo su mandato.
Se entiende que inteligencia en el Estado va más allá de
lo que se ocupan las distintas unidades especializadas de las Fuerzas Armadas o
de la Policía. En
cada dependencia del gobierno que se maneje información reservada que pueda
afectar el desarrollo de cualquier área, está implícita la idea de
inteligencia. El concepto se amplía a todo lo referido a la reserva de
información por razones estratégicas que defina el Estado.
Fue en éste período de gobierno que el cargo fue llenado
con la designación de Augusto Gregori, ex guerrillero del MLN-T, quien en el
gobierno municipal de Tabaré Vázquez se había
desempeñado como Inspector General.
Los servicios de inteligencia existen en nuestro país
como en todo el mundo y son necesarios. Reunir la información (no siempre
secreta) y procesarla para su mejor utilización, es importante para un país.
Ocurre que la historia muestra varios ejemplos de
"Servicios" que terminan teniendo vida propia, en el marco de la
reserva en que se mueven y sirviendo a obscuros intereses personales o de
gobiernos generalmente autoritarios. Dar garantías legales en la materia a la
sociedad democrática uruguaya, es un imperativo.
La inteligencia estatal uruguaya esta integrada por la Dirección Nacional
de Inteligencia del Estado (DINACIE, que depende del ministerio de Defensa
Nacional), la Dirección
Nacional de Información e Inteligencia (DNII, del Ministerio
del Interior), y un abanico de agencias insertas en la orgánica de distintas
carteras ministeriales y organismos públicos, como el departamento dos de los
Estados Mayores del Ejército, la
Armada , la
Fuerza Aérea ; la Prefectura Nacional
Naval; el servicio de Información Exterior de la cancillería; la inteligencia
financiera del Banco Central, la Dirección Nacional de Aduanas, entre muchas
otras.
“En buena parte del mundo, los servicios de inteligencia
se mueven sin que sepamos mucho de ellos”, reflexionaba el experto Philipp
Fluri, del prestigioso DCAF de Ginebra, un centro que busca el control civil de
los organismos de seguridad. El DCAF a sido uno de los difusores de las pautas
definidas por la
Unión Interparlamentaria Mundial, para organizar lo mas cristalinamente
posible, a la inteligencia pública con normas precisas, criterios de selección
de personal y evaluación; adecuada coordinación; supervisión judicial y
legislativa.
Sobre fines del año 2011 logramos que en la Asamblea General
se votara una comisión especial con fines de asesoramiento legislativo sobre
Inteligencia del Estado. Esta comisión, que integro, trabaja en la elaboración
de una ley que entiendo, deberá
establecer con claridad: el objeto del Sistema, dando las definiciones
de lo que es inteligencia, contrainteligencia e inteligencia estratégica;
indicando los cometidos y estableciendo la institucionalidad, es decir la
estructura de la comunidad de inteligencia.
Una parte medular de la futura ley tendrá que ser lo
referido a la forma de obtención de la información, cuando esta no procede de
las fuentes abiertas. Definir los procedimientos para la intervención de las
comunicaciones por ejemplo, que no son solamente las telefónicas, o la
utilización de agentes encubiertos.
Otro aspecto sustantivo es el de los controles, internos
del propio poder ejecutivo y externos,
judiciales y parlamentarios. En tal sentido el Partido Colorado esta
proponiendo que se cree una comisión parlamentaria especial de supervisión a la
inteligencia del estado, la misma tendría un carácter bicameral y estará
integrada por un legislador de cada partido con representación en las
comisiones de defensa de ambas cámaras.
También se tendrá que definir las responsabilidades y
obligaciones de los servicios, como la de guardar secreto por ejemplo y las
sanciones disciplinarias y penales.
Por último las garantías personales, la protección de la
ciudadanía, tendrán que quedar perfectamente establecidas. Establecer las limitaciones legales a realizar tareas
represivas, policiales o de investigación criminal. Los servicios no podrán
influir en la situación institucional o política. Por supuesto, tampoco en la
vida interna de los partidos políticos; en la vida de las personas ni de los
medios de difusión.
Mientras tanto existe desde hace dos años una
coordinación a nivel del presidencia de la república que no sabemos que hace para bien o para mal.
Queremos que sea para bien, en el sentido de que el nuevo
concepto de defensa nacional, que va mas allá de la defensa militar, requiere
de información adecuada y sistematizada, por ello la necesidad de establecer
una sólida Cultura de Inteligencia nacida de una previa Cultura de Defensa es
algo que no solamente debe corresponder a políticos y gobernantes, sino que
debe fomentarse desde todos los ámbitos, para de esta forma, crear una
auténtica conciencia social.
No en vano, la seguridad y la defensa de un país y, por
extensión, los mecanismos y recursos conducentes a garantizarla, son ámbitos de
interés prioritario que deben preocupar a todos los ciudadanos sólo por el
hecho natural de ser miembros de esa sociedad.
Es deseable que una Cultura de Defensa propia sea asumida
y comprendida por todos como instrumento democrático con voluntad de servicio común
y compartido.
Derivada de esta Cultura de Defensa, el fomento de una
Cultura de Inteligencia implica hacer comprender a la sociedad, en primer
lugar, la necesidad de la existencia y creación de organismos de inteligencia
que garanticen la seguridad y la defensa del Estado.
En segundo lugar, es imprescindible incidir en su natural
integración dentro de la Administración General del Estado como organismos
sometidos al ordenamiento jurídico vigente, otorgando garantías a la sociedad.
Y en tercer lugar, como derivada de todo lo anterior, se
hace necesario hacer comprender la misión y el sentido de los organismos de
Inteligencia como instrumentos al servicio de los intereses generales de una
sociedad.
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