EMBLEMAS


Emblemáticas cuatro “ herejías básicas” del cooperativismo de vivienda


El sistema de cooperativas de vivienda por ayuda mutua de Uruguay, superó con éxito las cuatro décadas, permitiendo que miles de hogares accedan al antiguo sueño de la vivienda propia, derecho humano esencial y universal, reconocido por la legislación, pero ciegamente ignorado por una sociedad dominada por el individualismo y el mercantilismo burdo e inhumano.
El sistema de cooperativa, “Modelo FUCVAM”, no solamente sigue vigente, como lo muestran los centenares de trabajadores riverenses que se conformaron en cooperativa el pasado año; sino en referencia obligada para otras sociedad en la búsqueda de soluciones cooperativas a sus problemas de desarrollo. Así consta en el libro “Cooperativas y socialismo : una mirada desde Cuba” de Camila Piñeiro Harnecker  publicado el año pasado, por la editorial Caminos de La Habana, Cuba.
En el tema 8 “Cuarenta años de autogestión en vivienda popular en Uruguay. El “Modelo FUCVAM”, escrito por Benjamín Nahoum, aborda las claves del éxito, denominadas por el autor “Las cuatro herejías básicas”, en su opinión son “las claves que hacen funcionar la compleja ingeniería social que constituye una cooperativa de vivienda de ayuda mutua de usuarios. Ellas constituyen también las pistas que permiten entender cómo y por qué funciona el Modelo FUCVAM.”
La profunda significación social hace imprescindible conocer y difundir esas claves, que Nahoum llama “herejías”, explicando el llamarlas así  “porque van totalmente a contracorriente de los paradigmas que se imponen a la sociedad actual en el mundo capitalista. Ellas muestran que “otros valores” son posibles. Por eso mismo, vale la pena repasarlas en clave contestataria para analizar hasta qué punto ellas constituyen un desafío a la esencia misma del sistema capitalista”. Un resumen de dichas herejía, dichas por su propia autor, son:
1) “La primera de todas esas herejías, en una sociedad en que se predica el individualismo y el “hacé la tuya”, es la solidaridad que caracteriza a las cooperativas de FUCVAM. Solidaridad no solo dentro de cada cooperativa, sino también entre cooperativas; (…)”.
2) “La segunda herejía es postular la autogestión, o sea hacer realidad que, como sostuviera nuestro héroe independentista José Artigas: “nada tenemos que esperar, sino de nosotros mismos”. No es una tarea sencilla. Se necesita mucha energía y mucha convicción para que un conjunto de familias sin experiencia previa alguna se puedan constituir en una empresa constructora por 18 ó 20 meses, administren cientos de miles de dólares y terminen haciendo casas mejores que las que construyen las empresas privadas, con todos sus recursos y su know how (…)”.
3)  “ La propiedad colectiva es quizá la más herética de todas las señales de identidad del Modelo FUCVAM. Contrario a las soluciones individuales y prácticas individualistas que promueve el capitalismo, en FUCVAM se recibe el crédito juntos, se construye juntos, se paga juntos, se mantiene juntos y se vive juntos. En la cooperativa de vivienda, todos son dueños colectivos. Ningún socio es dueño individual de ninguna de las viviendas y todos son dueños de un pedacito de cada una. Nadie podrá vender su casa en busca de una ganancia, pero tampoco la perderá porque la hipotecó por una deuda que no pudo pagar o porque la malvendió para hacerse de un dinero que necesitaba y después no pudo obtener otra. La propiedad colectiva permite por tanto superar los problemas e insuficiencias del mercado de compra-venta de viviendas para satisfacer esa necesidad, limitaciones aún mucho mayores si no existe ninguna forma de regulación de ese mercado. El Modelo FUCVAM reconoce en la vivienda un derecho, por fin, y no una mercancía. (…).
4) Y finalmente, “la herejía antineoliberal del Modelo FUCVAM es demandar y aceptar el apoyo estatal. Que en esta época en que el neoliberalismo sostiene que hay que dejar que el capital lo haga todo, sin molestarlo, y se promueve la transformación del Estado en “facilitador”, afirmando que “hay que achicar el Estado” (pero no la pobreza, no el hambre, no el analfabetismo), resulta herético que haya quien reclame créditos públicos y subsidios públicos haciendo uso de lo que dice la Declaración de Derechos Humanos respecto a la vivienda. Pero, sin participación del Estado: ¿cómo haría, en nuestros países, una familia con un ingreso de un salario mínimo o poco más, para pagar una vivienda que cuesta todo lo que esa familia gana, durante diez o quince años? ¿Cómo haría para acceder a la tierra, que está en tan pocas manos, manos que esperan que el suelo aumente su precio para recién entonces utilizarlo? No se puede sin participación del Estado. Sin ella, lo único que se puede construir son los asentamientos precarios y una vida que no merece llamarse vida. Sí se puede, en cambio, si al esfuerzo, la voluntad y el saber de la gente, se lo apoya con tierra, con servicios, con financiamiento. Y esa es la tarea que debe cumplir el Estado”.
Estas cuatro claves o principios creados por el cooperativismo de vivienda son emblemas que permitirán alcanzar el tan  pregonado desarrollo integral, ya que pueden y deben alumbrar toda acción transformadora en cualquiera de las áreas del quehacer humano. No basta proclamar la justicia y la libertad, es imprescindible construirlas en el día a día.

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