Mario Piriz
Hemos desarrollado una reflexión sobre la inercia
mental y física que lleva a que en ciertos extractos sociales, prosperen los
que ni trabajan, ni estudian y que para colmo se molestan si alguien se atreve
a criticarlos. En sus opiniones, todo el resto del mundo está mal, menos ellos.
Si son como son, es frecuente que la culpa se la adjudiquen, genéricamente a la
“sociedad hipócrita, deshumana y materialista”, que sin embargo, les permite
sobrevivir.
Más allá del hábito, mala educación o las limitaciones
laborales, el fenómeno afecta a la comunidad humana en un todo, y tiene, entre
otras raíces, según estudios, a la carencia de un propósito vital y falta de
motivos de interés genuino en superar las dificultades y desafíos propios de la
condición humana. En este sentido es digno de consideración, más aún cuando se ha perdido esperanza e
ilusiones, aquellos ejemplos de vida que
han logrado torcer ese rumbo
perverso de la inercia, aunque sean de
otras latitudes.
En el mundo desarrollado y a propósito de la crisis,
el 2011 será recordado por el año en que la indignación se transformó en
movimiento social exhortando a los ciudadanos comunes a salir de sus claustros
hogareños o laborales, y de los pantanos de la marginación, ocupar las calles y plazas, y unirse a la
lucha reclamando la perdida dignidad de la vida y de los seres humanos.
En ese marco abundan los ejemplos transformadores. Así
ocurrió, con Copper, un ciudadano negro, estadounidense, de 47 años que, - en
la calle y en situación de calle -, merodea la urbe en búsqueda de crack de
cocaína, en compañía de su perro también llamado Copper. El movimiento de
indignados “Ocupa” ejerció un papel transformador en su vida. Le dio un
propósito vital y motivos de interés y preocupación más allá de la búsqueda de
crack de cocaína.
"Yo estaba en Auburn Avenue fumando crack como
loco,- señala un cable de IPS - viviendo detrás de un muro en el callejón.
Sacaba el agua de la condensación de un aparato de aire acondicionado y con eso
me lavaba la ropa. Estaba vendiendo mis joyas y batallando contra la policía
estatal de Georgia", estado del sudeste del país, recordó.
"Alguien vino y me dijo, ¿sabes lo que está
pasando en Woodruff Park? Fui a ver. Cuando llegué y vi todas esas tiendas
sobre el pasto me dije “mis plegarias han sido escuchadas”, agregó. "Ocupa
Atlanta me ayudó a salvar la vida, porque estoy tan absorto ayudando a otros
que casi no tengo tiempo de pensar en mí", dijo Copper.
Se trata, de pasar, luego de mucho tiempo de
marginación y desocupación, a un trabajo de tiempo completo, con fuerte
motivación. El cable señala que desde que el grupo Ocupa fue desalojado del
parque por la noche, Copper siguió en el pequeño contingente que se dedica a
colocar las tiendas de nuevo durante el día. "Supongo que he sido
activista por varios años sin darme cuenta", reflexiona en referencia a
sus luchas contra empleados municipales para que le permitieran vender sus
joyas en una plaza pública sin tener que pagar una cuota exorbitante a la
empresa privada que tenía la concesión de ese espacio. "Ni siquiera sabía
lo que es el activismo, no pensaba en eso. Estaba demasiado ocupado defendiendo
lo que era justo que no tenía tiempo de pensar en una postura política",
describió.
El ejemplo citado es válido en tanto refleja el
profundo egoísmo que afecta a todos aquellos cultivadores de una inercia mental
y física que los lleva a no preocuparse por los demás, sino en “vivirlos”,
usarlos para satisfacer sus instrumentos de enajenación y dolor.
Asimismo el ejemplo muestra el hondo efecto
transformador que producen acciones como la de los indignados de referencia,
convocando a unirse a la lucha, no dando el pescado institucionalizando la
mendicidad, sino enseñando a pescar. En definitiva, ocupar el espacio humano
esencial en “las relaciones sociales de producción” donde precisamente se
dirimen los desafíos sustanciales de la existencia. Son en definitiva, el tipo
de relaciones humanas más estables y donde se crean los valores de la vida, que
las personas establecen a propósito de ganarse el techo y el pan cotidiano
honestamente, invirtiendo nada más y nada menos que un tercio de su vida. Por
ello la desocupación, voluntaria o no, es un drama inhumano, que destruye las
personas, agregando un sinnúmero de problemas a la comunidad.
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