Martín GUEVARA
Periodista argentino criado Cuba, donde su
familia se refugió huyendo de la dictadura de Videla (1976-1983). Desilusionado
por el castrismo hoy vive en España.
La verdad es que me regurgita que los que
enviaron a prisión y le torcieron la vida a tanta gente en Cuba, por mucha
menos traición a los supuestos principios del marxismo leninismo que lo que hoy
se tercia, que sean los otrora verdugos, como si hubiesen actuado de buena fe y
sin consecuencias, lo que ahora digan hoy toca tragar con esto por el bien de
no sé que especie de abstracción del Socialismo para-marxista, meta-bolivariano
y post-martiano. Aquellos que, amenazantes, juraban que morirían antes de ver
caer el socialismo hoy menean el rabo frente a las reformas. Recuerdo que se
acostumbraba enviar al paredón a personas por propuestas mucho menos atrevidas
que esta rotunda capitulación.
No me sorprende en absoluto. Si alguna vez
tuve la oportunidad de cruzarme con algún comunista en mi vida, cosa que
no recuerdo con precisión, con toda
seguridad no fue dentro de los contornos de la isla.
Tal vez estas palabras estén guiadas por un
enrevesado sentido de la justicia o por cierto resentimiento; la verdad es que
hoy conviene, por el bien de la humanidad, que se le dé una oportunidad al
pragmatismo. Lo que ahora toca, es la mesura.
El actual indulto de presos del gobierno de
Raúl Castro, y el de la era Carter con más de 3600 presos políticos removidos
de sus celdas desde donde hacían su aporte a la sociedad del hombre nuevo, es a
lo que me refiero cuando digo que sólo con gobiernos de políticas dialogantes,
de características reposadas, se logra desarmar la bravucona actitud de
trinchera, tras la cual se avalan la mayoría de los desmanes de todos los
gobiernos personalistas, autoritarios y dictatoriales, como el que nos ocupa. Y
no a merced de estrictos bloqueos, de sitios a las economías ni, por supuesto,
de acciones militares. Se consiguió mucho más con los gobiernos de José Luis
Rodríguez Zapatero y Felipe González que con los de José María Aznar y el
propio Francisco Franco que, en correspondencia, nunca criticó a Fidel. Del
mismo modo con Jimmy Carter, Bill Clinton o Barack Obama más que con los
conservadores de Estados Unidos.
Me atrevo a pensar que Raúl estaría haciendo
mucho más en el sentido positivo y correcto, en el sentido patriota, de no ser
por las resistencias internas y externas. Por los lobbies fidelistas y los de
la más frontal oposición a todo lo que sugiera revolución. Sólo la edad y un
cúmulo poco presentable de tropelías a lo largo de su vida, le impedirán a Raúl
desarrollar todo ese potencial aprendido en las FAR (fuerzas armadas cubanas),
institución que se enorgullecía de que cualquiera de sus coroneles podía ir
durmiendo con la boca abierta y la cabeza echada hacia atrás en una guagua de
circulación pública, y no pasaba nada. Eran hasta queridos en el barrio, cosa
que el MININT (Ministerio del Interior), ni el Comité Central ni el Buró
Político del Partido Comunista de Cuba pudieron siquiera sugerir jamás: por
ninguno de ellos existió nunca simpatía popular alguna, sino temor. Excepto por
las FAR.
Parece una contradicción que elogie las FAR
siendo pacifista convencido, pero la práctica de la observación y el análisis
me dejaron este conocimiento empírico del cual no me puedo substraer. Las FAR
no robaban, mentían poco y, lo máximo en lujo a lo que accedían a niveles
populares, era una moto con sidecar, para lo cual había que ser coronel, o un
mayor destacado.
No comían jamón a la vista del pueblo.
Y hoy. por la razón que sea, conveniencia,
clarividencia, rectificación o lo que se tercie, Raúl ve que el camino está
mucho más desviado que lo que cabría suponer, y de lo que gustaría aceptar.
El ingrediente del que sí carece tanto el
general, como toda esa cúpula demasiado mal acostumbrada, es el de la
tolerancia, el de la incorporación de todas las sensibilidades y percepciones
sociopolíticas al debate de como llevar el barco a buen puerto.
Cuba cuenta con la valiosísima situación de
ser un país con el contador puesto a cero: nadie confía en más promesas de una
sociedad de igualdad en las penurias, de igualdad en la censura y la
restricción, ni en los cantos de sirena de un capitalismo tan decrépito que
ahora quiere hacer responsables de sus excesos y abusos a sus víctimas.
Si lo que se persigue es el empecinamiento de
que caiga Fidel & Cía., estas pequeñas hendijas de libertad son
contraproducentes, ya que dan aire. Pero si lo que se desea es el confort, el
bienestar del pueblo de Cuba, entonces lo mejor será que lo negocien caracteres
como Obama y Raúl, y que se aleje de las manos de los Bush y de los Fidel,
aunque de éste último sólo haya habido uno, y esperemos que así continúe
siendo.
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