Parte II
Nuestra sociedad no es ajena a
los sustanciales cambios que la posmodernidad nos ha traído. Desde la
estructura familiar, los roles de sus miembros y el rol de ella misma en la
sociedad, a la competencia entablada a la centralidad de los partidos políticos
por otras instituciones de la sociedad civil, léase los sindicatos, los medios
de comunicación, las organizaciones ambientalistas, las asociaciones de
respetables minorías que reclaman su espacio. Cómo construir ciudadanía y una
vez más equidad en esta sociedad tanto más diversificada, con por lo menos en
apariencia múltiples intereses particulares que pueden oficiar de fuerzas
centrífugas, una sociedad más fragmentada culturalmente, ya no sólo por
diferencias económicas. Cómo construir más ciudadanía -cuestión central del republicanismo y, más
aún, del republicanismo radical que caracterizó a Batlle y al Batllismo- en un país y una región en la que aún
persisten los temores de un pasado de tiranías movidas por un miedo ancestral a
la ingobernabilidad, cuando el republicanismo aspira a salvaguardar la libertad
de las personas a través de las garantías que encierran la distribución del
poder y el respeto a la institucionalidad y el estado de derecho.
No es tarea de este Congreso
elaborar el Programa de Gobierno del Partido; esa será la tarea a emprender en
el próximo congreso que el Partido deberá realizar en este período, dando
cumplimiento a las resoluciones de su Convención Nacional. Esa será, entonces,
la instancia de las propuestas; ahora es la de reflexionar acerca de los nuevos
problemas que atraviesan a nuestra sociedad, a este tiempo y este mundo en el
que vivimos.
Para un país y una sociedad
nacidos y consolidados bajo el signo del republicanismo y la democracia y
reconocidos mundialmente por ello. Para este país, gobernado hoy por una
coalición de partidos con fuerte respaldo electoral y una clara mayoría en su
seno de partidos y grupos de raíz marxista que en el mejor de los casos han
asumido algunos aspectos sustantivos de la democracia pero a los que parece
serle ajena la importancia de asumir los conceptos medulares del
republicanismo. Partidos y grupos que
predominantemente han realizado una transición del viejo dogma hacia la
visión gramsciana de hegemonía cultural, dominante del otro, por propia
naturaleza. Para el Partido Colorado,
que ha sido motor fundamental de nuestra sociedad y que aspira a seguir
siéndolo, es una vez más su hora, la
hora de liderar la lucha en el campo de las ideas y de la acción política
cotidiana por una sociedad que siga siendo abierta y cada vez más abierta, con
mayor y mejor libertad de todos y cada uno de sus integrantes y, por ello
mismo, con un poder central claramente limitado y una ingeniería institucional
de claros y equilibrados contrapesos.
Para el Partido Colorado,
síntesis del humanismo y los principios de la democracia, el republicanismo y
el liberalismo, el tiempo que se nos abre no es el de construir una hegemonía y
mucho menos de pensamiento único, sino por el contrario persistir y ahondar en
una cultura de reconocimiento, de respeto y tolerancia del otro, una cultura
social de preservación de la diversidad y los derechos del individuo.
Si los últimos 40 años han sido
de avance de las corrientes antiliberales y antirepublicanas, corresponde a
todos los uruguayos liberales, democráticos y republicanos afrontar y asumir
esta gran tarea y en ese gran movimiento el Batllismo ha de tener una gran
responsabilidad.
Es la hora de una gran batalla
cultural. Hoy nuestras fuentes humanistas, republicanas y liberales nos
sugieren nuevas agendas políticas para nuestra sociedad. La sociedad en que
vivimos enfrenta nuevos desafíos y nos obliga a replantear cuestiones, tentar
respuestas y abrir caminos por campos hasta ahora inexplorados.
La tarea del Congreso Ideológico
no es, por tanto, cerrar un sistema de ideas que todo lo explique y todo lo
resuelva. Ello no forma parte del universo racional y espiritual del Partido a
lo largo de toda su historia. Muchas
experiencias del siglo XX intentaron responder a la diversidad creciente del
mundo y de la condición humana con ideologías cerradas sobre sí mismas,
repletas de respuestas pero incapaces de aceptar nuevas interrogantes: todas
ellas fracasaron y cayeron derrotadas por el peso asfixiante de su propio
dogma.
El Partido Colorado nunca ha sido
y no puede ser una máquina de gestión
política sin misión histórica. Nuestra concepción liberal nos inhibe de copar
movimientos sociales, usándolos como poleas de trasmisión, pero no nos hace
abandonar el compromiso de ser portadores de un proyecto social que represente
a las grandes mayorías del país.
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