Los dioses indiferentes


Mario VARGAS LLOSA

Desde que la serie televisiva The Wire se transmitió he leído tantos elogios sobre ella que no exagero si digo que he vivido varios años esperando robar un tiempo al tiempo para verla. Lo he hecho, por fin, y he gozado con los episodios de las cinco temporadas como leyendo una de esas grandes novelas decimonónicas -las de Dickens o de Dumas- que aparecían por capítulos en los diarios a lo largo de muchas semanas.
Lo primero que sorprende es que la televisión de Estados Unidos -la HBO, en este caso- haya producido una serie que critica a la sociedad y a las instituciones de ese país de una manera tan feroz. Probablemente en ningún otro hubiera sido posible; pero, esto no es novedad, pues tanto en el cine como en la televisión norteamericanos es frecuente esa visión destemplada y beligerante de sus políticos, empresarios, jueces, carceleros, banqueros, militares, policías, sindicalistas, profesores, etcétera. La diferencia es que aquellas críticas suelen ser individualizadas: son sujetos concretos los que se corrompen y delinquen, excepciones negativas que no afectan la esencia benigna del sistema. En The Wire ocurre al revés; es el sistema mismo el que parece condenado sin remedio, pese a que algunos de quienes trabajan en él sean gentes de buena entraña y hasta heroicos idealistas como Howard Colvin.
Aunque tiene el clásico esquema de una confrontación entre policías y delincuentes, The Wire rompe a cada paso ese maniqueísmo mostrando que, en el mundo en que transcurre la historia -los barrios negros y miserables de Baltimore, los colegios públicos de la periferia, las comisarías marginales, los almacenes y muelles del puerto, la redacción del principal periódico de la ciudad, The Sun, y las oficinas de la Municipalidad- hay buenos y malos entreverados y que en muchos casos la bondad y la maldad coexisten en una misma persona por momentos y según las situaciones. Lo único que queda claro, al final, es que, en aquella sociedad, casi todos fracasan, y los pocos que tienen éxito lo alcanzan porque son unos pícaros redomados o por obra del azar.
Una obra semejante debería dejar una sensación profundamente pesimista en el espectador, y, sin embargo, sucede todo lo contrario. Pese al fatalismo que preside la vida de esas gentes, hay entre los policías, los "camellos" vendedores de drogas, los ladrones, los matones, los periodistas, los profesores, gentes tan entrañables como el detective borrachín y parrandero Jimmy McNulty, o el policía convertido en maestro de escuela Roland "Prez" Pryzbylewski, el tierno adicto y confidente Bubbles, o los estibadores que ven, impotentes pero risueños, la desaparición de los astilleros que les han dado de comer y ahora los dejarán en el paro y el hambre.
Gracias a ellos, uno sale reconciliado con la fauna humana, esa sensación de que, a pesar de que todo anda mal, la vida vale la pena de ser vivida aunque sólo sea por aquellos momentos de alegría que se viven disfrutando un trago en el bar de la esquina con los compañeros, o recordando aquella noche de amor, o la emboscada que tuvo éxito y -¡por una vez!- mandó al asesino entre rejas.
Los dos autores de The Wire , el ex periodista David Simon y el ex policía Ed Burns, trabajaron muchos años en el mundo que describe la serie. El primero de ellos dice que la concibieron como una novela filmada, y, también, que la mayor influencia que ambos reconocen es la de la tragedia griega, pues, en su historia, también la suerte de los individuos está fijada desde antes de nacer por "unos dioses indiferentes" contra los que es inútil rebelarse. Algo de cierto hay en ambas afirmaciones. The Wire tiene la densidad, la diversidad, la ambición totalizadora y las sorpresas e imponderables que en las buenas novelas parecen reproducir la vida misma (en verdad, no es así, pues la vida que muestran es la que inventan), algo que no he visto nunca en una serie televisiva, a las que suele caracterizar la superficialidad y el esquematismo. También es verdad que un destino fatídico parece regir la vida de toda la fauna humana que la habita, algo que, justamente, da a sus esfuerzos por escapar a ese cepo invisible que la atenaza, un carácter dramático, patético y a veces hasta cómico.
¿Es la vida así, como la viven esos simpáticos y antipáticos pobres diablos? En absoluto. La vida de The Wire es la vida hechiza de las buenas ficciones, una vida amasada con pedazos de realidad que pasaron por la memoria, la imaginación y la destreza de unos guionistas, directores, actores y productores que se las arreglaron, por fin, para escapar de las banales series de entretenimiento a que nos tiene acostumbrados la pequeña pantalla y realizaron una obra auténticamente creativa: un mundo original, tan persuasivo en su coherencia y en su transcurrir, en la psicología de sus tipos humanos y en las peripecias de las que son autores o víctimas, en la riqueza de su jerga barriobajera, de sus dichos, de su mitología, de su mentalidad, que parece la pura verdad (ése es el triunfo de las grandes mentiras que son todas las buenas ficciones).
Como cada episodio de The Wire es tan endiabladamente entretenido, el espectador tiene la impresión de que, al igual que otras series, ésta también es pura diversión pasajera que se agota en ella misma. Pero no es así. La obra está llena de tesis y mensajes disueltos en la historia, que transpiran de ella e impregnan la sensibilidad de los televidentes sin que éstos lo adviertan. El más inequívoco es la convicción de que la lucha contra las drogas es una empresa costosa e inútil que nunca tendrá éxito, que sólo sirve para asegurar a la marihuana, la cocaína, el éxtasis y toda la parafernalia de estupefacientes naturales o químicos un mercado creciente, para causar más delincuencia y sangre en los barrios donde se trafica y para asegurar pingües ganancias a la multitudinaria maquinaria que se ocupa del tráfico.
La otra es todavía más inquietante: en las sociedades libres de nuestros días, la justicia pasa cada vez menos por las instituciones encargadas de garantizarla, como son la policía, las autoridades y los jueces, y cada vez más por las propias mafias y por individuos solitarios que, sabedores de la inutilidad de recurrir al sistema en busca de reparaciones o sanciones para los abusos de que son víctimas, ejecutan la justicia por su propia mano. Uno de los personajes más fascinantes de la serie es Omar, ladrón que roba a ladrones (y, por eso, según el refrán, debería tener cien años de perdón) y, de una manera más bien instintiva y casi animal, desface entuertos y castiga, infligiéndoles su propia medicina -es decir, la muerte- a los asesinos del barrio. Que lo mate uno de esos niños de la barriada para los que su solo nombre es leyenda tiene un siniestro simbolismo: en esos niveles de aislamiento y desamparo la civilización no llega ni llegará nunca y la única justicia a la que pueden aspirar los infelices que allí habitan la deparan los propios delincuentes o el azar.
The Wire no es menos pesimista en lo que se refiere a la política ni al periodismo. Ambas parecen actividades donde la decencia, la honradez y los principios son triturados por una maquinaria de malas costumbres, inmoralidad o negligencia contra la que no hay amparo. El alcalde Tommy Carcetti, antes de ser elegido, era un hombre bienintencionado y limpio, pero, apenas llega al poder municipal, tiene que hacer los pactos y concesiones necesarios para no perder terreno y termina tan hipócrita y cínico como su predecesor. El jefe de redacción del The Baltimore Sun descubre que uno de sus redactores falsea las noticias para hacerlas más atractivas y, al principio, trata de sancionarlo. Pero los dueños del diario están encantados con el material escandaloso y aquél, entonces, para salvar su puesto, debe inclinarse y mirar al otro lado. Que el periodista sinvergüenza reciba, al final de la serie, el Premio Pulitzer, lo dice todo sobre la visión amarga que The Wire ofrece sobre el alguna vez llamado cuarto poder del Estado.
Quisiera terminar con una crítica a la visión de la sociedad norteamericana de esta serie televisiva magistral: su existencia y el hecho de que haya sido difundida por HBO es el desmentido más flagrante a su desesperanza y a su sombría convicción de que no hay redención posible para Baltimore ni para el país que cobija a esa ciudad. Que se pueda decir lo que ella dice a los televidentes de esa manera tan eficaz y convincente es la prueba mejor de que aquellos dioses indiferentes no son omnipotentes, que, al igual que sus antecesores griegos, adolecen de vulnerabilidad y pueden ser a veces derrotados por esos humanos a los que zarandean y confunden.

s y n| � s e ��b �2W sino(bardeas) participas en críticas hacia otros profesores en conjunto con tus alumnos,
sino criticas a tus superiores y al gobierno y al sistema delante de tus alumnos aunque ellos no participen , no existís o lo que es peor no hay razón para tu existencia.
Tuve hace 4 años la posibilidad de estar en contacto con jóvenes estudiantes, que permitió cambiar mi óptica de la realidad, la culpa no es de los gurises y tampoco del sistema, la culpa es de nosotros que vimos pasar muchas cosas y nos hemos callado,
Acaso nadie escucho a estudiantes comentar que querían entrar a estudiar, pero había paro de profesores y si entraban les ponían un escrito sorpresa y los mataban?
Que lo mejor era no entrar, el profesor entra firma y se va por falta de estudiantes y a los diez minutos entran los estudiantes y se van sin falta por falta de profesor. Todo bien engranado , bien aceitado, y amigos como siempre. Y seguro estoy que debe de haber muchas anécdota más de este tipo. Solo falta que alguien más comente lo que sabe.
Ni que hablar en las clases de Historia o Filosofía donde se flecha todo hacia la dictadura del Goyo y sus colaboradores de la clase privilegiada, etc. etc. Donde más allá de la exposición del tema se coarta la posibilidad de los alumnos de consultar sobre algunos aspectos o manifestar dudas que solo general reacciones fuera de lugar por parte del docente , en una flagrante violación a la libertad de pensamiento, de expresión de los Alumnos. Lo que nos lleva que para criticar una Dictadura hacemos uso de posiciones dictatoriales o de abuso del poder, violando los derechos de esos jóvenes a disentir u opinar en contrario.
He podido escuchar comentarios entre jóvenes que se manifiestan en contra de la clase con la Psicóloga ya que “esa vieja no entiende nada de lo que me pasa y me llena con letras, con letras no arreglo el problema” y como ese muchos más comentarios sobre la realidad de la enseñanza y la situación de los jóvenes.
Sumemos a esto el hecho de que ahora tenemos(a diferencia de antes), padres( no todos)
que relegaron su posición como tales para transformarse en amigos y “compañeros” de sus hijos, dejando de esta manera de ejercer la autoridad natural sobre sus hijos( no autoritarismo) , lo que llevo a la pérdida de valores tales como el respeto y otros.
Tengo amigos que se quejan de que sus hijos no los respetan y no hablan con ellos y a la vez se asombran de que hablen conmigo, me cuenten sus cosas y me respeten.
Para mi es claro. Yo les brindo apoyo ,los escucho ,pero antes de eso y en las primeras de cambio deje claro que el respeto tiene dos vías, una que va y otra que viene.
También les he manifestado que pueden conseguir lo que deseen en la vida pero que para ello deben de esforzarse, estudiar  ,respetar y exigir respeto y más allá de eso que deben conseguir su objetivo con su esfuerzo y dedicación y no lo harán pateando contra el sistema y reclamando que para todo el gobierno tiene que dar la solución
El vivir a expensas de lo que puedan recibir de otros como único aporte, solo los denigra como personas y los limita en su enriquecimiento cultural, laboral y social.
También el enfoque que damos a la vida frente a las adversidades, marca a los jóvenes y niños, pues si los hacemos partícipes de nuestra carencias y problemas estamos descargando sobre ellos la frustración o impotencia nuestra ante los hechos diarios que nos afectan.
 Así solo los hacemos co-responsables de la situación, alivianando nuestra carga y echándola sobre sus hombros. Si ante requerimientos por parte de nuestros hijos contestamos que no es posible, que la plata no alcanza, que deben de estudiar para salir adelante y tener mejores oportunidades de las que tenemos o mejor de las que les podemos dar; estaremos dándole una cultura de valores que los sacará adelante en el futuro y todo esto acompañado de conductas personales adecuadas.
Pero si en cambio, la problemática nuestra la transformamos en el problema de toda la familia, repartiendo igualitariamente nuestras frustraciones incluso con aquellos menores que no pidieron venir ni estar, culpando de todos los males al gobierno , a la sociedad, a los vecinos, a la riqueza y a todo lo que se  nos ocurra menos a nosotros,
Estaremos anulando o torciendo valores que son fundamentales para nuestros hijos y su desarrollo.  Nuestros mayores nos decían tienes que estudiar y trabajar para vivir en mejores condiciones de las que yo hoy te puedo dar.  Hoy decimos tenemos que protestar juntos, exigir juntos , así estamos todos un poco mejor.
Es válido moralmente que les pidamos a nuestros hijos que transiten una senda que nos beneficie a todos por igual? Nosotros debemos actuar en nuestro beneficio y en el de nuestros hijos  y ellos deben luchar –no por nosotros- por ellos y su futuro.
Nos preguntamos todos, que paso con la juventud? .Yo digo ¿ que paso con nuestra generación y con la que nos siguió?
Todo este “aggiornamiento” a los nuevos tiempos progresistas es lo que ha minado a fondo al sistema educativo. Este sistema se distingue por una única y gran premisa que es : Pedimos opinión a todos los sectores involucrados –Agradecemos la opinión y aportes de quienes no piensan como nosotros- Solo aceptaremos e integraremos al sistema a aquellas personas e ideas que se avengan a lo que nosotros pensamos y decidimos.    Así es la Democracia .
También pensamos que la solución no está en la receta del gobierno de turno, pues este sigue mirando la educación desde su óptica y sus vivencias (que las quiere trasladar a las actuales generaciones) en vez de consultar y captar en forma seria el pensamiento y las necesidades de los jóvenes.
Los jóvenes así como los niños tienen instintos innatos que los transforman en potenciales portadores de ansias de aprender, de crecer, solo que se debe de buscar la forma y el contenido para llegar , y solo se logrará hablando con ellos.
Ayer escuche que el Consejero Oscar Gómez y con relación a la ausencia de una maestra en un centro escolar manifestaba que ya esta definido orgánicamente y reglamentariamente, que ante la ausencia de un maestro la Directora del Centro debe ocupar su lugar. Yo me pregunto que diría al respecto años atrás o actualmente, si en vez de ser Consejero fuera Maestro o Director. De seguro que estaría despotricando contra las autoridades de la educación.
Y ese es el otro tema fundamental e incidente en la situación de la enseñanza. “ el doble discurso” que se ve, se oye y se percibe en el accionar diario de este país.
Invito al Gobernante , a que deje de lado las estadísticas, “el gestionamiento de instancia de diálogo que permitan generar ámbitos de discusión” –espero haberlo puesto correctamente, ya que lo escucho todos los días, pero recién voy aprendiendo- y que se deje de escuchar cantos de sirenas de quienes tiene alrededor.
Si realmente quieren hacer algo, busque personas apolíticas o que sean lo suficientemente honestas como para no hacer incidir su opinión en el estudio, convoque a maestros retirados, vocacionales, que no sean reconocidos militantes de gremios, sino simplemente y nada menos que MAESTROS en toda la extensión de la palabra, seguro que hay muchos y estarían dispuestos a colaborar en la tarea,
Consulte por la vía que pueda( páginas electrónicas puede ser una) pero que dé seguridad y aleje el miedo a opinar de los estudiantes y también de los padres.
Pero ojo, en este caso no encueste o consulte en un comité de base o club político, pues el resultado no va a ser el deseado. No tengan miedo a escuchar la verdad.
Si hacen las cosas bien van a tener aportes y apoyo que beneficiarán a toda la sociedad.
Dejen la Política para el parlamento y los comités partidarios.
La deserción es a causa de que los estudiantes y en algunos casos los padres están hartos de este sistema que ha atado la Educación a La Política, quieren estudiar y no recibir línea, del lado que sea no importa..No vulneren más lo que queda y defiendan en serio, de hecho y no de palabra, El Derecho a la Educación de nuestros hijos y nietos.
De no hacerlo así solo dejaran como herencia “memorias nostalgiosas y utópicas de la generación de fines del siglo XX”
Para próximas generaciones sería bueno que hubiera un test vocacional previo a la entrada de las carrera magisteriales o docentes. Precisamos docentes vocacionales y no solo a quienes eligen esas carreras como forma accesible(4 años) de conseguir un trabajo seguro. Hay maestros que no ejercen y trabajan en otras áreas al igual que médicos y demás profesiones que trabajan en lo que les gusta y no en aquello para lo que estudiaron. Para qué el país gasta recursos en carreras que después no se ejercen.
Para aquellos que no lo hacen porque no encuentran trabajo en su profesión,hay que crear ámbitos (no públicos) donde puedan hacerlo y además cuotificar sobre bases serias ,año a año el ingreso a las terciarias.
Por último debemos asumir nuestra cuota de culpa, pues fuimos viendo como de a poco se fue desmoronando todo y solo optamos por quejarnos y aceptar la situacion como cada vez mas natural, evitando confrontar en la accion y la dialectica, permitiendo que quienes pensamos diferente en determinados temas del quehacer nacional; seamos discriminados ,vituperiados ,catalogados con diferentes epitetos, de los que :” hagamos lo que hagamos o digamos lo que digamos , no nos libramos”.
No aceptemos que nos juzguen los del presente y dejemos que lo hagan las futuras generaciones.
Yo asumo mi parte de culpa y actuare en consecuencia.  

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