Actitudes incalificables


Marcelo GIOSCIA CIVITATE


La amplia difusión a través de la red de redes, de un video en el que se exhibe sin pudor alguno, la muerte a golpes de un can, a manos de unos jóvenes uruguayos que, riéndose, se jactan de su proceder, (mientras otra compañera los filmaba) ha causado honda consternación y un severo rechazo social que nos llena de alarma. ¿Cuántos escalones de civilidad hemos descendido? Pues no se trata aquí sólo de la respuesta esperada de las Asociaciones Protectoras de Animales, sino de la sociedad en su conjunto, que consternada, no alcanza a comprender la insana conducta de los autores responsables del hecho ocurrido. Hecho que, ha quedado registrado y ha tomado estado público y que por cierto, ha afectado la sensibilidad de todos quienes hayan podido observar la filmación en cuestión.
Sin embargo, el análisis del asunto por su gravedad, debiera hacernos reflexionar sobre la violencia y cómo evitar hechos de esta naturaleza, así como las respuestas que debieran brindarse por parte de los organismos públicos que intervengan en este tipo de asuntos. Se trata de una conducta reprobable por donde se la analice, que delata una violencia que no habla bien de la educación en valores que debieran trasmitirse, y pone de manifiesto un complicado entramado social donde se verifican carencias de todo tipo, así como la falta de contención de un sistema de rehabilitación y reeducación que requiere profundas transformaciones.
Pero además, y a estar por la respuesta dada por quienes se sintieron afectados por el incalificable proceder de los autores materiales del hecho que nos ocupa, se advierte que no se ha aprendido nada. Pues, por más indignación que pueda causarnos la ejecución de un animal indefenso, llamar a la violencia, a la venganza o al escarnio público, (difundiendo nombres de los implicados, domicilios de sus familias, sus teléfonos) para responder ante tal proceder, sin esperar el pronunciamiento de los órganos jurisdiccionales que han tenido que intervenir en el asunto y a los que se denunció el caso, no es otra cosa que favorecer se instale un espiral de violencia de proporciones inconmensurables. También esta conducta es reprobable.
Se advierte con preocupación que, -en la vigencia plena de un Estado de Derecho- si bien se debiera confiar en los resultados de los procedimientos judiciales ya iniciados y en las decisiones que se adopten legalmente, para sancionar las responsabilidades que le caben a cada uno de los participantes del hecho, ello no ha ocurrido a cabalidad. Por ello, el llamado a repudiar y en cierta forma a sancionar a los autores, es lisa y llanamente estimular o propender a que se haga justicia por mano propia, conducta punible penalmente y que debiera permanecer alejada de toda sociedad civilmente organizada.
Recordemos que sólo la Justicia podrá recurrir a la Fuerza Pública a la hora de hacer ejecutar sus decisiones, pero esa “violencia” será legítima y deberá ser aceptada tanto por los directamente implicados, como por la sociedad en su conjunto, cuando se dicte conforme a Derecho, con todas las garantías del proceso y sin desviación de poder. Pues, por más válidas que sean las movilizaciones que se realicen para que las autoridades públicas tomen conciencia del alcance e insten al pleno cumplimiento y vigencia de la Ley 18.471, las mismas no serán más que una demostración de repudio e indignación frente a lo ocurrido y quedarán en ello, si no se insiste una y otra vez, en la validez de una formación en valores y en el respeto de los derechos y obligaciones de todos (incluyendo por cierto los derechos de los animales y las obligaciones de sus propietarios) para lograr vivir en armonía y sin violencia de ningún tipo, en una sociedad en la que, el mayor número pretende sea más justa, responsable y solidaria.  

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