Relación Universidad – Empresa:queda mucho por hacer en Uruguay

Beatriz BUGALLO
En el mundo, la evolución en la relación universidad – empresa se concretó en la década del '60 del siglo XX. Basta comparar la Universidad tradicional (s. XIX), en la cual la producción del conocimiento dependía de impulsos académicos aislados y de estructuras rígidas, elitistas, encerrada cada disciplina en sí misma, con la Universidad actual. Hoy las universidades exitosas se interrelacionan con la sociedad en cuanto al conocimiento que deciden generar, con estructuras flexibles que preconizan el estudio multidisciplinario e incluso ofrecen estructuras híbridas invitando a otros agentes: parques tecnológicos/científicos con participación de empresas y grupos de aplicación y explotación económica del conocimiento. De esta forma se habla de una “tercera misión” de la Universidad (además de docencia e investigación): promover actividades para generación, aplicación y explotación económica más allá del propio ámbito académico, en relación con la sociedad y promoviendo el desarrollo.

En Latinoamérica, el camino fue distinto. Desde el “Movimiento de Reforma Universitaria” de mediados del siglo XX predominó el concepto de “universidad social”, agente de “democratización y reforma social”, que como “tercera misión” agregó a las tradicionales la de “extensión”. La Universidad latinoamericana se decantó por constituir un ámbito de debate social – especialmente las públicas – predominando sobre quienes transcurridos los '60 quisieron legitimar el relacionamiento universidad-empresa. Recién en los años '90 comienzan los cambios francamente favorables a dicha interrelación, con la creación de ámbitos dinamizadores de la actividad productiva (incubadoras, parques tecnológicos). Brasil es ejemplo de la fuerza de esta relación en la generación de conocimiento.

En Uruguay, es hacia fines de los '90, en el umbral del s. XXI, que comienzan experiencias aisladas al respecto, que se consolidan y hacen evidentes de manera más general en diversos programas de las universidades privadas. En la UDELAR es particular y destacable el caso de la Facultad de Química de nivel y dinámicas modernas al respecto hace ya varios años.

El intercambio atento a las necesidades de la actividad empresarial – que redunda en definitiva en el progreso general de la sociedad – y, me consta, todavía rechazan algunos sectores de la UDELAR, es fundamental para el Uruguay. Con todos los recursos públicos que se vuelcan y la capacidad productiva que tiene la Universidad de todos, con lo que significan las posibilidades de desarrollo de aplicación del conocimiento de todas las universidades, el Uruguay no puede darse el lujo de ser indiferente. Es hora que todos entiendan que las opciones de programas y actividades universitarias tienen que definirse también en colaboración con los demás agentes de la sociedad y del mercado nacional de cada aplicación.

Si no hay capacidad para tomar conciencia de ello seguirán siendo negativas las valoraciones que tenga la ciudadanía de la UDELAR; el ciudadano que no integra el demos universitario, seguirá viéndose alejado de un mundo universitario “autosuficiente”. Sin dudas, la ley sobre el Sistema Universitario Nacional que algún día deberá darse nuestro país, tendrá que incluir tal exigencia y deberá valorarse particularmente la existencia de la estabilidad del relacionamiento de la Universidad – de todas ellas - con la comunidad empresarial. No es cuestión de que digan que se vulnera la autonomía universitaria, que, por otra parte, no existe con el propósito de fundamentar opciones caprichosas. Se trata de que los ciudadanos puedan verse legítimamente escuchados en cuanto a sus expectativas de la actividad universitaria y que, particularmente en cuanto a la UDELAR, sientan que están pagando impuestos para una actividad importante y de progreso para la sociedad toda.

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