Ope Pasquet
Escribo estas líneas en la mañana del sábado 25 de septiembre; está comenzando el fin de semana del Patrimonio. Mientras despunta la ventosa primavera y llegan con ella los brotes y la savia nuevos, los uruguayos disfrutamos mirando y conociendo algunas de las muchas cosas buenas que los que vivieron antes que nosotros nos legaron. No sé si habrá sido deliberado, o no; pero me parece un acierto más, dentro de ese gran acierto global que es el Día del Patrimonio -de hecho extendido a fin de semana completo- el haberlo ubicado en esta época del año. El contraste entre el tiempo natural, que es de renovación, y la jornada cultural retrospectiva, sugiere una idea de revitalización de lo heredado que me resulta inspiradora.
Percibí un contraste similar ayer, en Rocha, en la asamblea de Vamos Uruguay. Había muchachos jóvenes, inquietos y bulliciosos, entusiasmados con la perspectiva de las elecciones juveniles del próximo trece de noviembre, de las que saldrán nuevos integrantes de los órganos del Partido Colorado. Y hubo también momentos de profunda emoción, cuando evocamos a Adauto Puñales al cumplirse un año de su muerte y cuando guardamos un minuto de silencio en homenaje a Washington García Rijo, viejo dirigente batllista del departamento, fallecido hace pocos días.
Adauto fue un personaje, en la mejor acepción del término. Intendente de Rocha en dos períodos, “caudillo de verdad” como decía el video que ayer recordó distintos momentos de su vida, se hizo querer y respetar por sus coterráneos, por encima de fronteras partidarias. Prueba de ello es que en el homenaje estuvieron presentes el Intendente de Rocha, el frenteamplista Artigas Barrios, y su señora esposa, así como los diputados del departamento, el nacionalista Cardoso y su suplente Umpiérrez, y el frenteamplista Pereira, entre otros dirigentes. Adauto fue un hombre singular, que no cabía en ningún molde. El video exhibido ayer recordaba que cuando los padres de su novia decidieron internarla en un convento de la capital, para que fuera monja, él se puso saco y corbata, se vino a Montevideo, sacó a su dama del convento y se casó con ella. Tuvieron dos hijas, que junto a su madre recordaron ayer a Adauto entre lágrimas, sonrisas y saludos emocionados de la concurrencia.
Como Adauto y “el Negro” García Rijo se han ido en los últimos meses otros colorados viejos y queridos: Honorio Barrios Tassano, de San Carlos; Ruben (“Pompo”) Carminatti, de Fray Bentos; y Winston Elutchanz, de Mercedes.
Pero en los últimos meses han surgido también figuras jóvenes asumiendo responsabilidades públicas, como los Intendentes Germán Coutinho y Marne Osorio en Salto y Rivera respectivamente, el alcalde Robert Pereira en Río Branco y los diputados Fernando Amado, Juan Manuel Garino y Cecilia Eguiluz, entre otros.
Las generaciones se suceden y los partidos, renovándose, permanecen. Cambian las circunstancias, los problemas y las soluciones, pero junto a los principios e ideales de siempre va pasando, de generación en generación, un sentido del compromiso político sin el cual no habría república.
Sin ciudadanos dedicados a la política la democracia no podría funcionar. Sin embargo, los políticos siempre han sido maltratados por muchos de sus conciudadanos. Ya en la antigua Atenas, cuna de la democracia, a un tal Arístides lo condenaron al ostracismo (lo desterraron) sólo porque algunos estaban cansados de oírlo llamar “el justo”... Hoy los reproches son otros: “son todos ladrones”, “son todos mentirosos”, etc. , pero en el fondo se trata de lo mismo: quien gestiona la cosa pública está siempre bajo sospecha.
Por eso, porque en ese sentido es tan ingrata la tarea, tiene tanto valor el ejemplo de los que le han dedicado toda su vida y al final del camino reciben el homenaje respetuoso y cariñoso de amigos y adversarios. Ese reconocimiento vale oro, porque es la prueba de que quien recibió la confianza popular, fue digno de ella. Eso, la confianza popular, es lo que sostiene a las instituciones. Sin confianza, no hay república.
Uruguay tiene una hermosa y noble tradición republicana, forjada por dirigentes políticos de todos los partidos que supieron honrar la confianza que sus conciudadanos depositaron en ellos.
Mientras recordamos con emocionada gratitud a quienes sirvieron a la república con honor, miramos con esperanza y alegría a los jóvenes que se preparan para ocupar su lugar. La sangre joven traerá nueva salud y nueva fuerza a la tradición republicana, que es lo mejor y lo más valioso del patrimonio nacional.
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