Por José Garayalde
A medida que pasan los años es bueno recordar las promesas de los gobiernos y de los gobernantes. Es un acto de democracia que no debemos perder de vista. Los gobiernos del Frente Amplio en Montevideo prometieron mucho pero hicieron poco. El Parque Rodó iba a ser remodelado a los europeo, en el arroyo Miguelete habría peces de colores, avenida Italia tendría una vía elevada y hasta un Metro. El Subte era un hecho, los ómnibus pasarían a la hora señalada, los contenedores de basura sería subterráneos y ya no habría más hurgadores con carros tirados por caballos. La idea no es decir que todo seguirá igual, pero el Centro está tugurizado, las calles están sucias como nunca antes, hay más carros y caballos que hace 10 años y los barrios carecen de servicios propios y muy lejos de ser lo que eran en los años 40, no hay cines, apenas algún supermercado y una farmacia abierta mientras haya luz de día.
Hace ya 15 años, en la antesala de las elecciones departamentales de 1995, y cuando había transcurrido el primer gobierno de izquierdas de la ciudad capital del país, comandada desde ese momento por Mariano Arana, la Intendencia de Montevideo presentó públicamente lo que llamó el Plan Montevideo, que era una especie de biblia que aseguraba todo lo que regiría en la nueva planificación y mejor desarrollo de la ciudad, entre los años 1998 y 2005.
Aquél libro se difundió con ese propósito. Recogía estudios que técnicos municipales y de la Facultad de Arquitectura comenzaron hacía más de dos años, y que habían concretado en proyectos que tenían que ver, por ejemplo, con la creación de espacios verdes, la recuperación de la cuenca del Arroyo Miguelete, revitalización de la Avenida 18 de Julio, de la bahía de Montevideo y hasta la reorganización del tránsito de la ciudad capital del país, por ejemplo.
El plan fue puesto a consideración de los montevideanos por más de un mes en el atrio municipal. Las escuelas incluían en sus planes de extensión cultural ir hasta el Palacio de Ladrillo para ver cómo sería la Montevideo del provenir.
Hasta se prometió de parte de la Intendencia, dijeron las autoridades de la época, que considerarían las opiniones de los ciudadanos en la elaboración final del plan, el que a fines de 1998 fue remitido a la Junta Departamental.
Cada proyecto tenía su responsable: la recuperación de la bahía el arquitecto Ruben Otero; la reorganización del tránsito y la red vial, la arquitecta Martha Cohen; la renovación de la avendia 18 de Julio el arquitecto José Luis Parodi; las iniciativas con respecto a las áreas rurales de Montevideo, el ingeniero Manuel Chabalgoity, y el proyecto Centralidades el arquitecto Juan Pedro Urruzola.
El libro “gordo de Petete”
En aquél libro –que no era el libro Gordo de Petete- que presentó la Intendencia, se dicía: "La ciudad de Montevideo se estructura sobre una matriz original conformada por un centro principal, fuertemente consolidado, y varios centros adyacentes que surgieron como pueblos periféricos que hoy son barrios, por ejemplo El Cerro, La Teja, Cerrito, Unión, y las centralidades lo son porque el colectivo de los ciudadanos así las hace y/o deshace".
En una entrevista de aquél entonces en radio El Espectador, el arq. Urruzola, uno de los alineados a Arana en aquellos cambios caracetriales previstos para la ciudad, decía: “… el enfoque del tema Centralidades es un corte parcial sobre esa totalidad que es la ciudad, esa sumatoria de diversos hechos que se concentran en la ciudad. Es una manera de mirar la ciudad sobre ciertos puntos particulares. La ciudad en relación al campo tiene mayores densidades, mayor cantidad de actividades, mayor cantidad de gente, de alguna manera centraliza una serie de cosas que en el ámbito rural son mucho menores. Dentro del propio territorio urbano se dan fenómenos similares, hay puntos que concentran una mayor cantidad de actividades que otros. Esas actividades son múltiples.”
Habitualmente, cuando decimos "centralidad" tendemos a pensar en las actividades comerciales, pero no son las únicas. La centralidad puede concebirse en un sentido amplio y podemos considerar que un cruce de calles eventualmente puede ser una centralidad. Un equipamiento urbano importante puede ser una centralidad; pensemos en la terminal de Tres Cruces, por ejemplo, y la cantidad de gente que afluye a esa terminal, decenas de miles de personas diariamente.
Y el Centro también existe
Entonces, hay diversos fundamentos para el desarrollo de las centralidades, pero de alguna manera las centralidades son puntos muy sensibles de la ciudad en el sentido de que tienen una alta concentración de actividades, que el colectivo de ciudadanos las reconoce como tales. Y decía Urruzola: “Cuando digo 18 de Julio, todos decimos el Centro, hay una especie de memoria colectiva que nos hace otorgarle ciertas calidades a ese Centro. Ningún ciudadano montevideano confundiría 18 de Julio con un barrio periférico. Para nosotros, de alguna manera, esa idea está cargada de una serie de significados.”
Y agregaba este experto en urbanismo : “… históricamente, nuestra ciudad se desarrolla a través de esa relación centro-periferia. Por ejemplo, todo el eje de crecimiento de la Ciudad Vieja, nueva y novísima, o sea, lo que llega hasta Bulevar Artigas, básicamente tiene su desarrollo a través de esa columna vertebral que es el eje Sarandí - 18 de Julio. Se va consolidando fuertemente ese eje, y eso va definiendo el crecimiento de sucesivas partes de la cuidad.”
Ese equilibrio tradicional que tuvo nuestra ciudad, que tenía un centro y una serie de barrios periféricos, históricamente surge a partir de una identidad urbana de Montevideo central, y una serie de pueblos periféricos, que originariamente estaban vinculados por caminos. Es el caso de Villa Cosmópolis, que era El Cerro, o La Teja, o Pueblo Ituazaingó, La Unión, El Cerrito de La Victoria, que eran todos pueblos autónomos vinculados al centro de la ciudad, pero entre esos pueblos y el Centro había un territorio rural.
Esos pueblos se fueron desarrollando con el tiempo, transformándose en barrios, y se fueron llenando esas lagunas, esos espacios intersticiales que había entre el Centro y esos pueblos periféricos. Pero esos caminos que comunicaban pasaron a ser la estructura básica tentacular de la ciudad. Pensemos en 8 de Octubre, en Avenida Italia, en Agraciada, en General Flores; a través de esos caminos se vinculaban el Centro y los pueblos periféricos. La ciudad moderna crece y se desarrolla sobre esos ejes.
En este contexto empiezan a darse interrogantes tales ¿cómo comprendemos, entonces, lo que son las centralidades locales?, ¿Cuáles son sus características?, ¿qué pasa con los barrios? ¿Existen los barrios en el 2010, tienen identidad propia?
Para Urruzola hace 15 alos la expectativas era la siguiente:
“… hablar de las centralidades locales, de alguna manera es una forma de entender o es un aspecto decisivo de la idea de la ciudad futura que se quiere desarrollar o consolidar. Por un lado, en el plano histórico, existe esa tendencia de un centro y una serie de identidades periféricas, pero, a su vez, en los desarrollos más recientes de la ciudad, en los últimos 30 años, yo diría, hemos pasado de una ciudad sumamente centralizada, donde para cualquier actividad había que ir al Centro... No hace mucho, todos los ciudadanos de Montevideo iban a pagar sus impuestos municipales al edificio central de la Intendencia; es decir, más de 1:000.000 de ciudadanos tenían un solo lugar para pagar, por ejemplo, sus impuestos. Lo mismo sucedía con un montón de actividades que el desarrollo de la ciudad ha modificado. Hoy no tenemos que recurrir al Centro para todo. El propio desarrollo de la ciudad en los últimos años ha generado una serie de centralidades alternativas, de diferente naturaleza. Se ha consolidado una serie de centros periféricos al centro histórico, de diferente forma. Lo podemos ver, por ejemplo, en Colón, donde hubo una gran consolidación de un centro comercial en los últimos años pero, a su vez, por ejemplo, en Pocitos se han desarrollado altas densidades urbanas y una serie de servicios que se vinculan a ellos. Pensemos en la gastronomía. De alguna manera, la ciudad, poco a poco y espontáneamente, ha ido descentralizándose, ha ido desarrollando una serie de actividades en ámbitos locales y ha ido modificándose ese viejo sistema de funcionamiento de recurrir sistemáticamente, de necesitar al Centro para los más diversos aspectos de la vida ciudadana.”
Las tendencias contemporánea
Hay una tendencia contemporánea de descentralizar en el territorio urbano. Tenemos un territorio cuya matriz histórica sugiere ya una descentralización, puesto que identifica claramente una serie de hoy barrios periféricos, pero con una fuerte identidad histórica. Sobre ese esquema es que se apoya una manera de mirar la ciudad que pretende conducirnos en primer lugar a una ciudad pluricéntrica, es decir, pensada como una integración de varias centralidades diversas, no competitivas entre ellas, no alternativas, sino complementarias.
La ciudad futura
En suma, la visión de la Intendencia comandada por Arana se planteaba un proyecto que buscaba consolidar ese proceso, ese desarrollo de la descentralización.
En la visión de Urruzola “... a partir de los coneptos hay que armar el esquema en el que se va a consolidar de la ciudad futura. Pero esa ciudad futura ya está implícita en la ciudad actual y está implícita en la ciudad histórica. No hay ninguna violencia en eso sino que, por el contrario, hay un intento de recuperar lo que ya la ciudad tiene, pero desarrollarlo conscientemente, buscando como objetivo central consolidar, por un lado, esas centralidades locales y, por otro lado, una serie de centralidades que identifiquen a la ciudad como tal, porque no debemos olvidar que Montevideo, como tal, es una unidad capital, es la capital del país, que implica a su vez un área mucho más grande que su propio territorio urbano; implica también un área metropolitana.”
Los montevideanos que iban al atrio del Palacio Municipal allá por 1998, para consultar lo que la Intendencia proponía en -su libro- y quería ver de qué se trataba este tema de las centralidades, se encontraba con dos puntos fundamentales: consolidación y desarrollo de las centralidades locales con una distribución equitativa en el territorio y el fortalecimiento del centro principal. Y segundo, posibilitar el acceso a las centralidades como la forma más efectiva de democratizar el derecho a la ciudad. Se marcaba el énfasis, en buen romance, e una democracia de distribución equitativa.
Y así, sin más, aquél libro planteaba nuevas infraestructuras en los barrios. Es más, a juicio del arquitecto Urruzola “… esto implica que en la política de equipamientos de diversa naturaleza se esté pensando en esa idea de una ciudad descentralizada pluricéntrica, no de que todo confluya a un centro, sino que, por el contrario, haya una pluralidad de centros. Que no aparecen como opuestos, eso me parece muy importante. No son unos alternativos a otros sino que son complementarios, porque en la medida en que genero un sistema de acceso fácil por todo el territorio urbano, puedo pensar en que los sistemas de equipamiento se complementen entre los diferentes ámbitos locales. No que todos los ámbitos locales tengan todos los equipamientos, sino también pensarlo a escala del territorio global de la ciudad y, por lo tanto, favorecer la movilidad de los ciudadanos, que favorece, a su vez, la interrelación social, integra a la gente. Pero la integra desde situaciones de identidad. En lo local, donde vive, es importante que el ciudadano se reencuentre con su territorio urbano.”
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