Jugando al borde de la línea

Lula y Mujica jugando al borde de “la línea”.
Los más populares presidentes del sur del continente se volvieron a encontrar en la frontera más fuera de lo común, el día del 187 aniversario de Santa Ana Do Livramento, al norte del Uruguay y el sur de Río Grande.

Larga frontera abierta, equidistante, y muy cerquita, de las principales capitales y puertos, con enredadas rutas por el sur del continente, con creciente concentración de producciones agropecuarias, forestales y madereras, empujes de industrialización altamente tecnificada y Zona Franca de intercambio comercial.

Saben que estuvieron por unas horas en el mayor espacio abierto a la libre circulación de personas. Tienen una mirada de este antiguo enclave, diametralmente opuesta a todas las conocidas, machacadas con religiosidad, de la antigua cultura de los contrabandistas

Estos hombres de orígenes bien diferenciados compartieron algo más que la firma de documentos y los rituales de vecindad y amistad personal. Actúan con lógica en un mundo que se empeña en resistir, andando al borde del precipicio, arrastrando el viejo orden internacional al garete.

Lula, exitoso y combativo dirigente obrero metalúrgico, en su mochila carga con la fundación y protagonizacion del PT, la organización política más influyente en Brasil y por ende para toda la izquierda latinoamericana, casi fiel al “jogo bonito” se pasea por el mundo con logros y éxitos, dentro y fuera de su país, y hoy está clasificado como el único líder con credibilidad y sobrada autoridad en todo el continente.

José Mujica no fue obrero, ni fundador del FA, sino un blanco Wilsonista que posteriormente alzó las banderas de la propaganda armada con el MLN, junto a otros muchos, ahora ministros y funcionarios importantes en el segundo gobierno del FA; cultivó pacientemente (entre otras cosas) el sentir y decir de esos rostros, difusos para la mayoría de los uruguayos, de los campesinos, asalariados rurales y chacareros, sin desconocer el rico lenguaje bolichero seco y sentenciador.

El gobierno de José Mujica y Danilo Astori está dispuesto a “viajar en este estribo” y apuran el paso con acuerdos innovadores, de largo aliento, independientes del próximo recambio de gobierno en Brasil.

El presidente uruguayo lo hace convencido, como representante de uno de los países mas pequeños del continente, reafirmando la voluntad integracionista de los pueblos sureños.

Dos presidentes de experiencias y trayectorias disímiles, de orígenes militantes que expresaron en otro momento el amplio abanico de la izquierda en el continente, se fundieron en algo más que un repetitivo (y para la foto) abrazo presidencial.

El momento político los encuentra lidiando, apenas en el principio de las resoluciones de los graves problemas sociales causados por la intolerable dependencia económica y el injusto sistema de relaciones internacionales, en lo que es un cambio en sí mismo y no debe de ser por olvido ni ingenuidad.

Además se cuidaron de no recurrir o explicitar, ni por asomo, a la crisis internacional que hace zozobrar las potencias del sistema capitalista, tampoco a las peripecias del imperialismo norteamericano con los distintos procesos y gobiernos de izquierda en esta parte del continente.

Saben que llegaron a los gobiernos para resolver perentoriamente y con escasos recursos a los cuales echar mano, la pobreza extrema en un continente con pueblos que saben de frustraciones a granel.

Conscientes de que les toca administrar sociedades a medio camino de todo.

El imperialismo, el subdesarrollo y la dependencia, son sus principales enemigos y obstáculos a vencer con creatividad y firmeza revolucionaria, democrática, unitaria e integradora.

De ahí unas palabras dejadas, al caer, del presidente uruguayo en el 7º de caballería mecanizada brasileña, a riesgo de citar mal de memoria: “Cambiar el estado tapón por puente entre naciones”.

Sus voces y sus vigorosas personalidades son un cable a tierra para los magnificados conflictos entre países hermanos, creados por obscuros personajes criollos, el imperialismo y los chacales de la guerra.

Como era de esperar se alborotó el gallinero con la presencia de estos dos formidables conductores sureños.

Para los fronterizos, habituados a andar como “Perico por su casa” de un lado para el otro en su frontera abierta, su bonhomía se vio sorprendida y molestada con tanto vallado, personal de seguridad y sucuchos para la prensa, hasta lo inimaginable para los desenfadados fronterizos de a pie.

Igual fueron partícipes. Allí estuvieron al borde de “la línea”.

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