7:30 A.M. de un día lunes. Pero bien podría ser martes, miércoles, jueves o viernes. Juan se despierta al sentir la mano de su mamá tocándole el hombre. Hay que ir a la escuela. La madre apurada ya salió del cuarto a preparare el desayuno y el baño paran sus dos hijos. Juan, más apurado que su mamá, agarra el control remoto de su mesa de luz y sintoniza uno de los tres canales que pasa dibujos las 24 horas del día. La TV ya está encendida, la luz sigue apagada.
Probablemente queden pocas personas que se sorprendan al escuchar un dato calificado de alarmante según la UNESCO: los niños se sientan frente al televisor entre 20 y 25 horas por semana. La ausencia de sorpresa, alarma o interés, se debe a que van quedando muy, pocas excepciones a esta regla.
La TV se impone como una educadora y como transmisora de conocimientos tanto a nivel familiar como sociocultural. Un especialista en educación decía que en distintas sociedades y en distintos períodos históricos respectivamente, los espacios donde se educa van cambiando. Hoy en día los medios masivos de comunicación ocupan un rol protagónico en cuanto a la transmisión de conocimientos e información (si éstos son profundos y relevantes es otro tema). En los hogares más pobres de países tan distintos como india y Uruguay hay una TV que tiene prioridad sobre la educación, el agua potable, la comida sana y otros elementos básicos para la vida. Y ese gran poder que representa la TV, por ser la principal herramienta que posee la mayoría de la población, incluso los niños para percibir el mundo, produce tanto programas generadores de mala educación y pésimos hábitos como programas que educan y entretienen sanamente a los niños.
La responsabilidad de aprovechar la TV de manera positiva recae sobre los adultos, porque los niños son más vulnerables frente na la pantalla y no tienen otro marco de referencia que les permita confrontar y contrarrestar lo que ven. Necesitan una guía para usar ese aparato y no dejar que él los use a ellos.
Prácticamente todos los países del mundo tienen acceso a dos o más canales (de televisión abierta o por cable) que transmiten durante todo el día y noche dibujitos animados. Cartton Network y Nchelkodeon son dos ejemplos populares. Las razones de crecimiento de este tipo de canal es que a los niños de hasta 9 años miran 96% de dibujos animados, contra un 4% que se divide en programas de concursos y deportivos. La TV es un negocio. Tiene que atraer y para eso es necesario divertir. También hay países y producciones que no se dejan llevar por este miedo y saber aprovechar la importancia de este aparato como nuevo epicentro del hogar.
7:32 A.M. Juan tararea la canción de la cortina musical de uno de sus programas favoritos, Pokemon, y las veloces imágenes y fuertes cambios de colores convierten su cuarto en una suerte de boite.
Existe una tendencia muy marcada de hacer programas cortos o divididos en muchos segmentos. La atención de los niños hacia la pantalla aumenta o disminuye proporcionalmente al aumento de movimientos y sonidos que emanan del televisor. Hay estudios que indican que los cortes de cámara y los cambios bruscos son hoy en día necesarios para mantener la atención de la audiencia. Ya se ha demostrado que la capacidad de atención de los jóvenes en clase ha disminuido de un promedio de 45 a 8 minutos. Inconscientemente los jóvenes hacen un zapping mental cada 8 minutos, para volver a prestar atención. Esto es producto de los tiempos que rigen en la TV: cada 8 minutos suele haber avisos publicitarios y los televisores cambian su foco de atención. También se sabe que el foco de atención está relacionado con la comprensión del mensaje. El problema es que los programas dedicados solamente a entretener están elaborados para que la audiencia los asimile de inmediato y no tenga que esforzarse en pensar o comprender el mensaje. Por tantro he aquí un ejemplo muy ilustrativo sobre la televisión “mala educadora”. No se estimula el razonamiento. Para atraer, hay que entretener.
7:35 A.M. la nueva aventura ya lo atrapó. Todavía no salió de la cama. Su mamá interrumpe abruptamente esa comunión entre Juan y la tele al retarlo y pedirle que se apure.
Cuando mla audiencia, en este caso los niños, queda atrapada por un programa con una atención constante y sin sacar los ojos de la pantalla por un período largo de tiempo, se produce un fenómeno que los especialistas llaman b”inercia atencional”.
8:05 A.M. Pokemon termina. Juan se olvida de apagar el televisor pero se acuerda de agarrar sus figuritas de Pokemon by su pocket monster (mascota virtual). Se sienta en la cocina y escucha ahora las voces masculina y femenina de los conductores del informativo de la mañana. Esta es otra televisión.
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