Editorial


Nos consta a todos los uruguayos las intenciones del diálogo político que el Presidente José Mujica y su Gabinete han puesto de manifiesto para que el país se entienda.
Por fin el Uruguay parece haber entrado definitivamente en la senda del entendimiento como instrumento para limar las diferencias y hacer crecer las ideas.
Pero pasada esa instancia no menor, y cuando el Presidente ha sido en épocas pasadas de la historia reciente, por otros fundamentos y razones, quien se levantó contra la democracia plena, aquella que hoy reconocemos que solo se la conquista y dirime en las urnas, el éxito es aún mayor.
Y no sólo para el Presidente va la felicitación por el diálogo, también va a la labor de apertura de los opositores parlamentarios, y para todos quienes desde el lugar en donde estén, no levantaron un puño cerrado para decir “no” cuando la realidad debatir imponía ponerse de acuerdo siempre, sin excepciones ni condicionamientos, y más allá de las diferencias.
El Presidente logró asumir su rol de coordinación, su espacio de articulador.
Eso está bien.
Pero consideremos -todos- y también sin excepción de tipo alguno,  que el tiempo que vendrá requerirá de más diálogo, más estilo y más propuesta.
En esta senda asumió transitar el Partido Colorado con su estilo y mensaje propio, sin renegar del pasado, pero reivindicando el presente.

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