Artigas y la realidad del proyecto “Bella Unión”

Por Tabaré Viera
La semana pasada, como parte de la tarea que entiendo debe realizar un Senador de la República, visité el departamento de Artigas. Cuando digo “el departamento”, me refiero a la capital y al interior, porque en cada uno de los departamentos la realidad también es diferente en cada zona de su interior. Allí compartí muchos de los problemas y de los sueños que hacen  de los compatriotas artiguenses un pueblo con particularidades especiales. No solo por su ubicación geográfica distante de los “centros”  o por su situación de frontera, sino especialmente porque comparte con Rivera el triste privilegio de ser el departamento más pobre y con peores indicadores de desarrollo del Uruguay. Pero pude constatar también la calidad de sus gentes y el deseo de superación que lleva a que acojan con entusiasmo toda nueva iniciativa y estén siempre prestos  a recibir con particular atención y  enorme afecto a quienes allí llegamos.
Estuve reunido con autoridades departamentales, la novel intendenta y ediles del Partido Colorado y recibí algunas delegaciones de vecinos y productores.

El tabaco

Particularmente deseo compartir en esta nota la problemática planteada por los plantadores de tabaco. Se trata de un núcleo de noventa pequeñísimos productores rurales que viven de sembrar, en un sistema familiar, entre una y tres hectáreas de campo de ese cultivo. Fácil es calcular  que viven directamente de este sistema aproximadamente quinientas personas.
El sistema  económico por el que producen desde hace más de veinte años es simple y muy interesante, fundamentalmente por ser un programa productivo-social  sustentado  por la industria privada. Se trata del financiamiento total del cultivo y su tratamiento primario (secado de las hojas de tabaco en estufas prediales) con  el compromiso de la compra por parte de la Compañía Industrial Monte Paz.
A mi llegada,  los productores que enfrentan desde hace un par de años la incertidumbre de su  futuro por la política del gobierno nacional antitabaquismo, (hoy en debate por el enfrentamiento público de Vázquez con Mujica), política  que está impactando en la industria y en consecuencia en la producción primaria y el trabajo de centenares  de obreros, estaban en situación de pánico por la falta de confirmación de los contratos para este año y el rumor  que Montes Paz dejaría de plantar.
Más allá de compartir el componente de prevención de salud de esta campaña, que no es el objeto de este artículo, no puedo dejar de observar que hay una verdadera omisión en cuanto a la reconversión de quienes pueden quedar sin su único medio de vida.
Felizmente a nuestro requerimiento, voceros oficiales de Monte Paz respondieron “la casa es seria, jamás dejaríamos a los productores sin trabajo de un día para el otro”.  Lo que nos hace pensar que en estos días y ya casi al vencimiento de los plazos para la plantación de almácigos se estaría firmando contratos por un año más.
Pero  es realmente  imperioso desarrollar un proyecto alternativo o complementario, con orientación, capacitación y financiamiento, así como accesos a mercados de nuevos cultivos intensivos y de alto valor agregado.  Para eso he comprometido para  la semana próxima la visita de dos asesores técnicos para comenzar a trabajar en ese nuevo proyecto en Artigas y Rivera, el  que deberá contar con el apoyo del gobierno departamental y nacional.

Bella Unión y Alur

También visité la planta de ALUR, parte del proyecto productivo, que lidera ANCAP, tan propagandeado  como discutido.
Estoy convencido que la idea es buena. Se propone la utilización del clásico cultivo de caña de azúcar y de cultivos nuevos en la zona como el sorgo dulce, para otros fines que no son exclusivamente el azúcar. Hace muchos años se discute en el Uruguay el destino del ingenio azucarero de Bella Unión, ayer Calnú, hoy Alur. Se discute sobre su factibilidad, dados los rendimientos de la caña de azúcar en nuestro país y los costes de producción. El endeudamiento del proyecto original y un debate político ideológico han marcado el proceso en los últimos treinta años.
Para opinar con propiedad hay que ver de cerca la realidad de Bella Unión y Artigas. Hay que recorrer los seiscientos kilómetros de distancia desde  Montevideo o los más de cien desde Artigas  transitando, por la históricamente deshecha ruta 30,  si no están tapados por alguna crecida algunos de los cinco vergonzosos  puentes angostos,  para llegar a uno de los lugares más hermosos, fértiles, como apartados del territorio nacional.
Hay unos quinientos productores rurales que viven con esperanza este proyecto productivo, entre ellos cooperativas de ex “peludos” que es como llaman a los obreros cortadores de caña. Trabajan en el  hoy renovado ingenio, hasta quinientos trabajadores en épocas de zafra. El proyecto está diseñado para industrializar el producto de diez mil hectáreas de caña y tres mil de sorgo dulce. El sorgo está pensado para cubrir las necesidades de producción de la planta en meses en que no se produce caña de azúcar. La histórica producción de azúcar se diversifica en el proyecto ALUR con la fabricación de alcohol carburante, forraje y energía eléctrica.
Como decimos el proyecto, la idea es excelente, la apoyamos. Otra cosa puede ser el gerenciamiento. La administración y la eficiencia. Acá hay enormes dudas que iremos clarificando.
A los alarmistas de lo que se gasta, les decimos que los costos sociales se pagan por un lado o por otro. Por ello prefiero que se paguen a quien trabaja y no esperar a pagarlos cuando esos mismos compatriotas aumenten  los asentamientos urbanos marginales de las ciudades mayores. Es lo que hacen los países “desarrollados” que tanto gritan contra los proteccionismos.
Eso sí, transparentemos los subsidios. Es lo más sano.

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