Ante la intolerancia del ayer

Prof. Enrique Rubio
Senador

La respuesta necesariamente está ligada a la interpretación de las causas de esos hechos.
Desde mi punto de vista, en el espiral de violencia y autoritarismo que desembocó en la dictadura que sufrimos durante largos años confluyeron múltiples causas que sería demasiado extenso desarrollar. Pero de la experiencia histórica se pueden extraer algunas sugerencias para realizarle a las generaciones más jóvenes.
Informarse y participar en la política más allá del voto: la democracia nos convoca regularmente a la elección de las autoridades de gobierno, pero el ciudadano debe involucrarse con los debates nacionales y conocer lo más posible la gestión de sus elegidos, sin dejarse llevar ciegamente por imágenes publicitarias que con lamentable frecuencia no reflejan la realidad. Los sectores políticos que reciban la responsabilidad del gobierno deben actuar priorizando los intereses de las mayorías, sin avasallar derechos de las minorías, a riesgo de generar brechas insalvables en el entramado social.
Respetar a aquellos con quienes se discrepa: en la sociedad moderna hay innumerables cortes ya sea por intereses sectoriales u opiniones políticas, religiosas, o de cualquier índole. Transformar la discrepancia en un elemento generador de odios es un juego peligroso. La transformación del adversario en un enemigo pasible de aniquilación es alfombrar el camino para los peores fundamentalismos que terminan con la posibilidad de coexistencia democrática de los distintos pensamientos.
Preservar la tolerancia y la resolución pacífica de los conflictos: En el mismo sentido que la anterior sugerencia, una sociedad es un mosaico heterogéneo donde los individuos deben coexistir más allá de sus diferencias. Las confrontaciones que en su seno surgen deben encauzarse hacia su resolución pacífica a través del diálogo franco y la acción y las decisiones de los órganos previstos en el ordenamiento institucional para su resolución.
Combatir los mesianismos: aún con las mejores intenciones, pensarse dueños únicos de la verdad revelada y lo que es peor, actuar en consecuencia, es una conducta de nefastas consecuencias para el sistema democrático. Las vanguardias esclarecidas y los autodefinidos custodios de los valores democráticos, con lamentable frecuencia se transforman en los peores enemigos del sistema democrático republicano.
Una ciudadanía atenta, en guardia para cerrarle el paso a grupos y/o personas “iluminadas” constituye la mayor garantía de protección contra aventuras totalitarias de cualquier signo.

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