Me agrada la intención abstracta de
la Caravana por la Paz conducida por Javier Sicilia y mi amigo Sergio Aguayo,
que comenzó su recorrido en Estados Unidos hace unos días. Si entiendo bien, se
trata de que mexicanos hagan política en ese país. Esto es algo que siempre he
defendido, más allá de la causa en cuestión, y también con independencia de las
supuestas represalias que EEUU pudiera ejercer simétricamente con nosotros.
Asimismo, veo con gusto que entre los temas que plantean figuran el fin de la
guerra contra el narco y la defensa de los migrantes. He sido un firme
partidario del cabildeo mexicano a favor de nuestros compatriotas en EEUU desde
hace por lo menos dos decenios y me vanaglorio de poderme contar entre los
primeros críticos de la guerra del narco. En todo esto coincido con Sicilia y
Aguayo.
Estas convergencias, sin embargo, no
bastan para disipar mi franco desconcierto ante algunas de las demás metas de
la caravana, por lo menos como son formuladas en la prensa. Me extraña el
reclamo a la sociedad norteamericana y en particular a los adictos que consumen
drogas procedentes de México, y que vienen “ensangrentadas”, como los diamantes
de Sierra Leona y Angola. Conozco la tradicional postura del establishment
mexicano, retomada con vigor por Felipe Calderón: si los “gringos” dejaran de
ser tan “pachecos” (*), habría menos violencia en México, menos oferta de
estupefacientes y menos corrupción generada por el narcotráfico. Es la famosa
tesis de la alberca y el trampolín o de la oferta y la demanda. Comprendo que
gente tan conservadora como los integrantes del actual gobierno -y de la
mayoría de los anteriores- sostengan esta tesis, en mi opinión falsa y fútil.
Pero me extraña la misma postura en
boca de los integrantes de la caravana. Le pregunto a Sicilia, a Aguayo y a
otros activistas: ¿cómo votarían en noviembre de este año si fueran residentes
de los estados de Washington y Oregon, en los referendos de dichos estados para
legalizar la marihuana? ¿Quieren que los “gringos” sean menos “pachecos” o que
la producción, distribución y consumo de marihuana deje de ser ilegal? Son dos
cosas muy distintas; tal y como aparece en la prensa nacional, la posición de
la caravana se asemeja mucho a la de Calderón.
Lo mismo sucede con el tema de las
armas. Colocar el énfasis en el contrabando de armas de EEUU a México como
explicación de violencia en este país es un fácil recurso para Calderón, pero
para gente más sofisticada debiera sonar raro. Más allá de la inviabilidad de
derogar la Segunda Enmienda, de restablecer la prohibición de venta de fusiles
de asalto (AWB), o siquiera de aplicar con rigor la prohibición de exportar
armas ilegalmente a otros países, el problema es de análisis. Limitémonos al
tema de causa y efecto. Si la existencia de una frontera porosa entre México y
EEUU, aunado a los consiguientes bajos precios de las armas en México, fuera la
causa de la violencia, países como Honduras, El Salvador, Colombia, Brasil o
Sierra Leona y Liberia, sin frontera con EEUU, o con otros fabricantes de
armas, serían menos sangrientos que México.
Si yo pudiera votar en EEUU a favor
de la legalización de las drogas, lo haría, me pronunciaría a favor de un
control muchísimo más estricto del mercado de todo tipo de armas. Pero lo haría
porque creo en ello como valor universal, no porque piense que afecte
mayormente a México.
Termino con la posible respuesta de
Barack Obama a Calderón durante uno de sus últimos encuentros en Washington,
cuando el mexicano repitió la cantaleta de cómo la prescripción de la AWB en
2004 detonó la nueva espiral de la violencia en México. Obama le respondió al
presidente Calderón: ''El problema es que los homicidios dolosos en México
siguieron declinando en 2005, 2006 y 2007, con todo y ausencia de la AWB. ¿De
veras cree que a eso se debe el repunte de la violencia en su país?''. ¿De
veras creen Sicilia y Aguayo que el problema son los “pinches gringos
marihuanos” y armados hasta los dientes?
(*) Consumidor de marihuana o
cannabis
Jorge G. Castañeda, ex canciller de
México, es Profesor Global Distinguido en la Universidad de Nueva York. Su
libro más reciente es ¿Mañana Forever? Mexico and the Mexican
© 2012 Jorge G. Castaneda
Distribuido por The New York Times Syndicate
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