Patrimonio descuidado

La comprobación de la pérdida o desaparición de obras de arte que integran el rico acervo patrimonial del Museo Blanes y que fueran cedidas en préstamo a la Intendencia de Montevideo, para alhajar despachos de distintos jerarcas municipales (lejos de su ámbito natural, donde se presume el disfrute de todos) nos deja una profunda sensación de vacío y muchas interrogantes. Por ello, entendemos que hace bien el legislador departamental en requerir informes y conocer el avance –si es que hubo alguno- de las investigaciones que se habrán dispuesto al constatarse la “desaparición” de estas obras, que por cierto no pueden esfumarse por arte de magia, ni mucho menos, llegar a tener un valor comercial, atento a la difusión que se ha hecho del caso que nos ocupa. Seguramente, más oportunistas bien informados, que conocedores, aprovechando el descontrol reinante, han podido sacar esas obras del lugar en que lucían y como si de nada se tratara, han ocasionado una pérdida material irreparable. Cabe preguntarse, si se comunicó a la autoridad policial tales faltantes y si tuvo conocimiento de esta situación al menos la Comisión Departamental de Patrimonio. ¿Se instruyó acaso a los guardias de Aduanas para poder frenar la posible salida de nuestro territorio de las obras en cuestión? ¿Es que así se cuidan los bienes cedidos en préstamo? ¿Se han individualizado a los responsables? ¿Alguien ha sido sancionado o llamado a responsabilidad funcional? ¿Alguien ha resultado procesado por estar vinculado a estos ilícitos? Las respuestas a estas preguntas si es que alguien pudiera brindarlas, seguramente no nos dejarán tranquilos ni satisfechos. Y nuevamente, la culpa será de otros y estaremos recibiendo un “yo no fui” frente a una conducta que no debiera ser gratuita, ni pasar inadvertida. Se trata de preservar parte de la riqueza artística de nuestra ciudad capital y resulta que las autoridades municipales no pueden solo encogerse de hombros… Tal vez, estas obras fueron catalogadas en los respectivos inventarios como “muebles”. Se les asignó un número y código de barras; se las clasificó como “cuadros”, sin llegar a considerarse siquiera el valor artístico o testimonial de las mismas. Mucho menos la firma de su autor… ¿A alguien se le ocurrió que debieran haberse asegurado al menos contra robo? ¿Quién estimó el valor de las obras prestadas y hoy desaparecidas? Este tipo de “préstamos”, se debieron instrumentar por escrito, imaginamos que con las debidas formalidades notariales y las constancias de “altas” y “bajas” de los inventarios de quien generosamente las presta, como de quien las recibe en ese carácter…¿fallaron tal vez los controles?¿se estableció la fecha de finalización de ese préstamo?¿no fue designado un curador que se responsabilizara de la conservación y estado de las mismas?¿se aplican los rubros destinados a estos fines? Se advierte una clara omisión a los deberes de vigilancia que no debiera pasar como si nada. Se percibe un desconocimiento del valor de los bienes que un día “desaparecen” sin dejar rastro. ¿Qué está ocurriendo? ¿Cuál es el mensaje que se está brindando a quienes en algún momento pensaron en donar obras o colecciones particulares a los museos? ¿Por qué razón han de ser generosos con personas públicas que no sólo desconocen sus disposiciones testamentarias, sino que al fin de cuentas, descuidan el patrimonio que debieran preservar?

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