El
presidente José Mujica ha instalado, con propiedad, en el país y más allá de
fronteras, su personalísima filosofía de “como te digo una cosa, te digo la
otra”, variando la opinión sobre un tema, una persona, un partido y sobre el
país, de un instante a otro como si poco importaran las cuestiones de Estado.
Es
más, se ha caracterizado también el mandatario en redefinir términos que en
política eran cosa consensuada: privatizar, estatizar, fideicomiso,
participación público/privada, relacionamiento interpartidario, oficialismo y
oposición, son apenas unos pocos conceptos de los tantos que ha decidido
modificar a fuerza de hechos y no de negociaciones políticas.
El
presidente alude casi siempre a su perfil negociador, pero si pacta o acuerdo
con un político propio o ajeno, ideas y situaciones, no es dable que las
modifique o las altera a libre albedrío como si eso no supusiera un cambio casi
caracterial, no de su humor, sino de sus políticas de Estado.
Hace
apenas unas horas dijo en el diario LA REPÚBLICA que no habría cambios en el
gabinete: doce horas después anuncia el cese del ministro de Turismo y deja
entrever cambios estructurales en sus secretarías de gobierno.
En
un contexto regional de mucha incertidumbre, si en asuntos tan menores el
presidente se equivoca en el procedimiento y en la sustancia de lo que dice y
asegura, ¿qué puede creérsele en materia financiera, fiscal y de seguridad para
el Estado?
Ya
no puede haber tiempos que contemplen la histriónica actitud de decir y
desdecirse: hoy estamos ante momentos de plantarnos seguros ante la región y el
mundo.
Como
decía Ortega y Gassete, “yo soy yo y mis circunstancias, y si no la salva a
ella, no me salvo yo”. Hagamos saber al Presidente de la República que su mandato
estámás allá de él mismo, porque hoy, ante el mundo, él es ni más ni menos que
nosotros, es decir, que todos los uruguayos lo hayan votado o no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario