Los riesgos de la República




El martes 28, Televisión Nacional emitió el documental "Crónica de un sueño", que de acuerdo a la definición de la productora Cronopio film, que la produjo, "documenta la vida cotidiana de una pequeña ciudad del interior (Melo), la intimidad de una familia de militantes, los testimonios y las opiniones de los pobladores entre el entusiasmo, la expectativa, la incertidumbre y por qué no, el temor" durante el mes de octubre 2004 durante la campaña electoral que terminó con el triunfo del Frente Amplio.”
Esta producción audiovisual, para encuadrarla en un término técnico, supone lisa y llanamente un elemento de “propaganda”, que es como se califica a los productos de comunicación enfocados hacia la difusión política e ideológica.
Pero el producto audiovisual en sí mismo no debe ameritar más opinión que la del gusto o disgusto sobre lo que pretendió transmitir. Es más, es tan sólo un signo válido de la libre expresión de un producto en un contexto de libertad.
Pero lo que es incalificable es haberlo emitido por Televisión Nacional como si se tratara de una recreación cierta, verdadera, capaz de ser considerada un “hecho histórico” más allá de su contenido político.
La Televisión Nacional implica algo más que decirse plural o entrevistar en su informativo diario las posiciones más variadas del tema que sea, como el fútbol, la política, cultura o hasta la crónica policial.
Una política pública en un área tan delicada como la comunicación institucional, supone tal amplitud conceptual que es imposible concebirla bajo una dirección técnica que no ofrece las garantías más elementales, como es entender que su producido inexcusablemente debe ser entendido como un elemento válido para ser incorporado al acervo cultural de los uruguayos, no bajo la liviandad de que se trata de una opinión más, entre otras tan válidas como ésta, sino por su pluralidad contextual y no sólo individual.
Pero no es así. El canal de televisión oficial a sabiendas que constituye una pieza en la comunicación del país, traspasó el límite de lo admisible y se instaló no en el vocero del Gobierno de turno, lo que de por sí es grave, sino en la voz del partido político que soporta el accionar del Gobierno.
La reacción debe ser drástica. Y el Gobierno deberá ser ejemplarizante. De lo contrario, quien está bajo riesgo es la República.

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