VALORES - Educar en valores







"Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, ( …), es preparar al hombre para la vida"- José Martí
Cuando la crisis humanitaria desborda, se ha convertido en un lugar común, hablar de la crisis de valores, y de la educación en los mismos como la panacea de todas las soluciones. A tal punto se repite esas generalizaciones que ha producido un desgaste del vocablo, convirtiéndolo en cáscara vacía, obligando a “poner la pelota al piso” y no escatimar esfuerzos en la reflexión.
El concepto del héroe cubano José Martí, pese a su antigüedad centenaria nos vuelve a remitir a una problemática actual, aun no resuelta, y que continúa siendo un reto más para la familia, la escuela y la comunidad, y no como es frecuente escuchar, desafío solamente de docentes especializados en valores. En efecto, el eje escuela, hogar y comunidad, no se puede fragmentar sin caer en el caos y en el pantano ético, social y político.
Recientemente, el educador, filósofo y periodista Rogelio Snaider, en la revista Punto a Punto (publicación alternativa de los vecinos del barrio Jardines del Hipódromo), hablando sobre educación, recordaba al maestro de su niñez en la campaña santafecina de hace casi un siglo: “Mi maestro nos enseñó que, en la práctica, no siempre lo que a la escuela se le  manda hacer, se debe hacer, sino que deben respetarse las situaciones lugareñas, como medio de aprender para la vida, es decir que cada escuela es un mundo y el docente se debe a él”. Advertimos que en este siglo XXI, y sin ir más lejos, acá en Rivera, la anécdota de Rogelio puede parecer la proclamación de la herejía. Si un maestro  hace un comentario similar, será de inmediato  reprendido por algunas de las acémilas de dos pies que ofician de inspectores por estos “caminitos de tierras coloradas”,  y si “amerita” se le abre un sumario por atreverse a pensar con voz propia en medio del naufragio.
Es obvio que la apropiación de valores forma parte de un proceso ideológico que se lleva a cabo en correspondencia con las exigencias de la sociedad, la escuela y en el que mucho tiene que ver el funcionamiento de la familia, pues ella es considerada, aún en sociedades socialistas, como la fuerza más poderosa en la educación y formación de la personalidad. Si el ejemplo familiar y personal es adecuado será sin duda una garantía en la formación moral y social de niños, adolescentes y jóvenes.
La educación sin el protagonismo integral de la comunidad familiar genera hijos que llegan a la etapa de la juventud, sin hábitos de educación formal y sin participación alguna en las tareas hogareñas, convertidos en personas inútiles y de vocabulario inculto, aun cuando están en plenitud de facultades físicas y mentales.
La familia o los jefes de hogar, de acuerdo con la edad del o los menores, establece deberes permanentes que constituyen responsabilidad compartida;  da participación en la toma de decisiones; y orienta las tareas hogareñas, en particular aquellas que propician la formación de los menores en hábitos correctos, y en todos aquellos sentimientos, cualidades, convicciones y actitudes que posteriormente desarrollarán ante el mundo que los rodea.
Obviamente que en ello la comunidad, el barrio, el centro educativo, juegan un papel fundamental. Nadie puede  negar la importancia formativa que ejercen, por ejemplo, cuando desde edades tempranas se da participación en actividades como la limpieza del barrio, así como en la higiene y mantenimiento del local escolar o liceal, aún, o con más razón, luego de actividades cívicas como las realizadas en instancias electorales. Mas de un sexagenario que pasó por el liceo departamental en época de la Dra. Pomoli recordará con qué rigor se exigía respeto y cuidado del bien de todos, como las plantas, el edificio, los muebles, los libros y las personas mayores. Era un ritual que se repetía en varias escuelas públicas limpiar hasta los pupitres ante de las vacaciones y entregarlos tal como se habían recibido al comienzo de año escolar.
Y en el futuro inmediato donde se ejecutaran los proyectos de escuelas y liceos de tiempo completo, la educación en valores adquiere dimensiones superlativas, ya que son espacios donde el niño y el adolescente pasarán la mayor parte de la vida. Allí se ofrecerán múltiples posibilidades, con el docente como máximo responsable, no solo de trasmitir información, conocimientos y experiencias sino de preparar a cada ciudadano de manera integral y dotarlos de las mejores herramientas para interactuar con el momento histórico que les tocó vivir.
Aquí y en todo el mundo es proverbial que una correcta educación en valores es posible, si se trabaja de manera integrada y cohesionada en el medio familiar, escolar y social, con el apoyo de uno u otro agente social según sea el caso, en busca de una personalidad integral en niños, adolescentes y jóvenes, convertidos en buenas personas y ciudadanos solidariamente responsables y dignos.

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