Asistencialismo e informalidad




Marcelo GIOSCIA CIVITATE


Los datos -aun parciales- del censo más demorado de la historia de nuestro país, han dejado en evidencia tanto, la baja natalidad que padece nuestra sociedad, como las transferencias de recursos que destina el gobierno a quienes considera más vulnerables y cómo éstas transferencias, inciden en el incremento de la informalidad laboral.
Resulta preocupante que, el 80 por ciento de los inscriptos en los planes de asistencia y en el programa que tiene por objetivo conseguirles un trabajo formal, rechacen las ofertas laborales que se les formulan…y prefieran seguir percibiendo esas transferencias que pagamos todos.
Pero lo que es peor aún, su rechazo a formalizar su situación laboral no las excluye de los planes de asistencia. En gran porcentaje, aducen que están ocupadas en actividades informales, (esto es lisa y llanamente “trabajando en negro”) y temen que, al regularizar su situación de desempleo, puedan pasar el umbral que los inhabilita a seguir percibiendo la asistencia social por el sólo hecho de existir y ser parte de ese grupo social “vulnerable”.
Tamaña cuestión. ¿Cómo resolverla? ¿Cómo devolver a los beneficiarios de este tipo de asistencia sin contraprestación, el sentido de la dignidad? ¿Qué hacer para volver a inculcarles valores morales a quienes han venido usufructuando desde mucho tiempo esta cómoda percepción de auxilio económico? ¿Cómo trasmitirles el valor del esfuerzo personal para superarse?
La cuestión no es sólo disminuir la pobreza, sino incluirlos verdaderamente en una sociedad de la que también forman parte, y que sin embargo, la perciben como ajena y a la vez, “obligada” a brindarles este tipo de solución, que por cierto sabemos, no los libera ni dignifica sino que, por el contrario, los hunde en una dependencia tremenda. ¿Qué tipo de ciudadanos estamos formando?
Seguimos utilizando eufemismos para en cierto modo, encubrir o no mostrar directamente la realidad. Se detraen recursos de aquellos ciudadanos más emprendedores -a quienes se los castiga con mayores presiones tributarias- para destinarlos a quienes se transforman en eternos dependientes del Estado.  Estos planes, de cuya buena intención inicial no dudamos, al salir de la peor crisis financiera que afectara nuestro país, ya sea el de Emergencia, el de Equidad, Uruguay Trabaja (y el Programa Objetivo Empleo), tarjeta Uruguay Social, Uruguay Educa, debieran haber arrojado otros resultados, pero duro es comprobar que no hacen más que destinar recursos públicos sin una efectiva contraprestación. Atentan, contra la dignidad de los destinatarios quienes, en aras de una pretendida inclusión social, se benefician de la “generosidad” de los planes de asistencia del gobierno y prefieren continuar en la informalidad a regularizar su situación y menos, disponerse a asumir sus propias responsabilidades. Ciertamente, inadmisible.
Este tipo de asistencia o transferencia de recursos (que hoy ¡ronda el millón de dólares por día!) no ha logrado disminuir ni la deserción escolar, ni menos la pobreza, Más aún, no ha logrado disminuir la informalidad laboral, ni apostado a la verdadera solución de empleo para aquellos postergados, (en su gran mayoría sin formación ni especialización) del mentado “país de primera” que los eslóganes electorales anunciaban como posible.
Sabemos que lo constante es el cambio, pero ¿cómo devolver a nuestra sociedad el entramado que la contuvo y una vez la distinguió en la región y en el mundo?

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