Realidad y futuro
Tabaré Viera Duarte
Este año el Tratado de Asunción, que dio vida al bloque, está cumpliendo veinte años. ¿Mantienen vigencia las ideas originales y las herramientas de trabajo planteadas entonces? ¿Qué impactos tienen los cambios que se han operado en el mundo y la región? ¿Cuánta integración real se ha logrado? ¿Cuáles son los puntos donde deberemos poner especial atención para sentir que realmente el Mercosur es una realidad y vale la pena? Esas son algunas de las interrogantes que nos formulamos hoy.
"Cuando se trata del Mercosur, tenemos la obligación de pensar en grande. El Mercosur necesita dar un salto cualitativo más y definir metas -ambiciosas y razonables- para avanzar en la conformación plena de la unión aduanera y para la creación efectiva de un mercado común", expresó el canciller brasileño, Celso Amorim, en un discurso ante el Parlamento del Mercosur, en octubre pasado en Montevideo.
Si bien el Mercosur fue formalmente fundado con la firma del Tratado del 26 de marzo de 1991, en Asunción, no debemos dejar de reconocer que tiene sus antecedentes, que demuestran que en su esencia fue pensado como un instrumento político regional, no solamente limitado al aspecto económico.
Efectivamente para ser un mero instrumento económico hubieren alcanzado los acuerdos bilaterales existentes entre los estados miembros, es más, pocos días antes, el 20 de diciembre de 1990, se firmó entre Argentina y Brasil, las economías más grandes de la región, el llamado Acuerdo de Complementación Económica No. 14, en el ámbito de la ALADI. El mismo tuvo como objetivo preservar y profundizar el acervo de compromisos comerciales asumidos por la Argentina y el Brasil, tanto en el marco de la ALADI como en el del Programa de Integración y Cooperación bilateral lanzado en 1986 por el Acta de Iguazú, y que diera lugar luego al Tratado de Integración, Cooperación y Desarrollo, firmado en Buenos Aires por ambos países, el 28 de noviembre de 1988.
Sin embargo 90 días después es conformado el nuevo bloque regional del Cono Sur (como fue llamado en un principio), integrando a las economías más pequeñas de Uruguay y Paraguay.
Repasando los documentos fundacionales del Mercosur, podemos tener claro el alcance de la idea estratégica y de los métodos de trabajo originales.
El Tratado de Asunción contiene compromisos más amplios y no limitados a objetivos comerciales. Tiene el nivel de tratado internacional con vocación de permanencia en el tiempo. Fue creado como el ámbito de un proceso orientado a construir un mercado común en los términos definidos por su artículo 1º, que tiene un alcance programático.
Tal construcción fue definido con un carácter evolutivo, como lo muestran los compromisos iniciales asumidos, así como en el hecho de que aquellos planteados para el corto plazos, en su esencia eran similares a los contenidos en el mencionado acuerdo entre las economías más fuertes de la región.
A 20 años, el Mercosur dista de haber alcanzado plenamente sus objetivos originales. Sigue siendo un proceso en construcción. A su vez, los contextos regionales e internacionales del momento fundacional han cambiado significativamente.
Pero en el nuevo contexto externo, el aspecto existencial del Mercosur, las ideas fundacionales, siguen vigentes. Implica desarrollar, un proyecto estratégico que plantea como esencial la gobernabilidad en paz y en democracia, el espacio geopolítico sudamericano, la transformación productiva de sus países socios en un marco de libertad y cohesión social, y potenciar su capacidad para insertarse y proyectarse en el nuevo contexto global, para tener un protagonismo a la vez relevante y activo.
Es entonces en la práctica metodológica, en los instrumentos, donde habrá que trabajar en el futuro. Exigirá desarrollar esfuerzos en una agenda que no deberá limitarse al comercio solamente, poniéndole mucha atención a mejorar sus mecanismos institucionales.
La idea de lanzar un proceso orientado a construir un espacio común entre los cuatro países fundacionales, de contenido económico pero a la vez, multidimensional, como lo demuestran las acciones emprendidas desde el comienzo con las reuniones ministeriales especializadas que se organizaron y con claras implicancias políticas, puede explicar también la acción metodológica original.
Ella consistió en definir que el grupo esencial de compromisos exigibles sería desarrollado por un mecanismo institucional de composición intergubernamental. Tales compromisos tendrían luego una primera evolución con la firma del Protocolo de Olivos en 1994, coincidiendo con el establecimiento del arancel externo común, como instrumento principal de una unión aduanera.
El contexto global actual es profundamente diferente al de los años 1990 y 1991. El surgimiento de China y de otras economías emergentes, ha cambiado radicalmente la realidad económica global y sus impactos políticos son cada vez más visibles. China tiende a ser un protagonista de creciente relevancia en América del Sur, tanto en el plano del comercio exterior como en el de las inversiones.
Otro dato no menor, es el hecho de que Brasil se percibe y es percibido, como un país con una creciente capacidad y vocación para ser un actor global. En tal sentido parece muy importante el valor que puede aportar ante terceros países, su protagonismo y eventual liderazgo para presentarse como artífice y posible garante de la gobernabilidad del espacio sudamericano. Y ello puede contribuir a explicar su claro interés en afirmar y ampliar la institucionalización del espacio regional en torno al Mercosur, y a la UNASUR como un ámbito más grande y complementario, que abarque toda Sudamérica. Es un interés en el cual se puede observar una clara coincidencia estratégica con la Argentina.
Es entonces en el plano metodológico donde habrá que trabajar hacia el futuro. Ello implica continuar desarrollando las múltiples áreas de una agenda que no se limita al comercio, creando realmente una integración productiva y social, y perfeccionando los mecanismos institucionales, como así también los que permitan fortalecer el papel del Parlamento del Mercosur.
Parte del desafío para el futuro inmediato es hacer llegar a los pueblos, a la sociedad mercosuriana, cada vez más inspirada en la participación ciudadana, mejoras reales por pertenecer a una comunidad integrada.
Implica, asimismo, continuar avanzando en el las negociaciones comerciales internacionales con todos los protagonistas relevantes de la economía global ( no necesariamente sobre preferencias arancelarias ni tampoco sólo con la Unión Europea ), así como también en la capacidad para poder expresarse como región en mecanismos globales como el G20.
Para ello se necesitará la aceptación por parte de los más grandes, fundamentalmente de Brasil, que los liderazgos cuestan y que deberán actuar con generosidad a la hora de presentarse en esos ámbitos internacionales, no solo como países sino abriendo puertas y oportunidades para todo el bloque.
Sus principios fundacionales fueron ratificados en la 39ª. Cumbre del Mercosur, realizada el 2 de agosto 2010 en San Juan, Argentina. En la misma se reafirmó el compromiso con los valores democráticos y con el estado de derecho; se reiteró la decisión estratégica para alcanzar un desarrollo integral que permita erradicar la pobreza y asegure la conformación de sociedades más justas, inclusivas y equitativas. Se destacó la importancia de la consolidación del vasto acervo normativo en materia política, social, económica, comercial, judicial, migratoria, educativa y cultural, sanitaria, de seguridad, medio ambiente y desarrollo sostenible.
Tal vez el riesgo más importante con que habremos de enfrentarnos será el de que el Mercosur se transforme en un bloque meramente político, sin avances sustantivos en materia económica y fundamentalmente con poco reflejo sobre la sociedad.
Habrá mucho camino para recorrer entonces.
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