Editorial

Entre rutas, caminos y responsabilidades compartidas


La prensa viene anunciando que el accidente en Santa Clara del Olimar, sobre la ruta 7, habría sido la consecuencia de una turbonada, que la razón del vuelco no es imputable al chofer del vehículo, y que vida, entre sus ocultas manifestaciones, derivó en la muerte de una pasajera que viajaba con sus hijos, la amputación de la mano de una niña y el trauma social y público de una sociedad que observa atónita los titulares de los diarios donde los meses de enero de cada año se transforman en una crisis existencial para quienes tienen que viajar por las rutas y caminos del Uruguay.
Pero cabe la posibilidad de que haya habido otras causas para este accidente que bien podrían haberse evitado si la accesibilidad de las rutas y caminos fuese ciertamente calificable de transitable y segura.
Quien ha viajado el tamo Treinta y Tres ciudad de Melo, podrá dar fe que la ruta es intransitable, que hay partes en que se circula sobre pedregullo total, que los pozos son impredecibles, que la sinuosidad del trayecto de la ruta es una trampa en cada parte del camino, que no existe la señalización ni por cartelería ni por pintado de banquinas, etc, etc.
Recordemos que ese tramo de ruta pertenece al Estado y que no está concesionada a empresa alguna para su mantenimiento y seguridad vial.
Si esto es más que conocido, ¿puede afirmarse que la responsabilidad fue de una turbonada, o que el Estado y su inacción han sido los responsables de estos hechos que tienen la posibilidad de ser corregidos?
Pensemos un instante en la realidad de los hechos: curvas peligrosas, rutas de doble mano, tramos finos de carretera, inexistencia de señalización, y la incidencia del clima. Se nos ocurre que todo esto no puede ser valorado espontáneamente por un chofer que, aunque con experiencia probada, esencialmente es una persona, por lo que en realidad en Uruguay en vez de controladores aéreos lo que deberíamos tener son controladores carreteros, con el fin de que nos digan qué hacer sin necesidad de ver lo que en realidad es imposible percibir.
Pero la ruta de Santa Clara, la que va rumbo a Melo, no es distinta a la de los accesos a Flores en donde se repiten asfaltos resbaladizos, o el tramo de la ruta 3 entre Mercedes y Fray Bentos, donde habiendo concesiones igualmente hay peligro por la imprevisión de la señalización y el estado de la ruta.
Tiempo atrás, precisamente en la ciudad de Melo, el Director de la Unasev advertía recién empezado el mes de diciembre de 2010, que Uruguay no tenía ni siquiera un  helicóptero sanitario para asistencia en rutas. Observen quienes fueron los que asistieron a los daminificados de Santa Clara en las fotos de los diarios: la gente del pueblo, la gente anónima que poco sabe de políticas de Estado pero mucho entiende sobre un hábitat que no cambia desde la década de los años sesenta.
Si tenemos la capacidad de entender este estado de situación de nuestras y caminos, esperemos que hoy el Congreso de Intendentes tenga una solución alternativa para la guerra de las patentes que no sea impedir que el Gobierno Nacional gire libremente y sin condicionamientos fondos para ser destinados precisamente al mantenimiento de estas rutas y caminos que como uno de agentes de destrucción tiene a los pesados camiones de la producción forestal, agrícola y ganadera del país.
Se impone hoy más que nunca la aplicación de una lógica realista, que poco o nada tienen que ver con el color de la política partidaria.

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