“Lo que más bronca me da, es haber sido tan gil”

Por Cesar García Acosta

Tal como escribió desde estas páginas la semana pasada el Senador Tabaré Viera, el valor del dólar responde a cuestiones que están más allá de su estimación real como moneda y de hasta la del propio peso local. Habrá que dilucidar, entonces, por dónde pasa el acierto o desacierto de las medidas que desde el Gobierno realzan o deprecian el valor de lo uruguayo.

Pero en economía, como bien destaca Viera, la crisis más dura es la de las contradicciones surgidas en el propio núcleo del Gobierno: no resulta lógico que un viceministro de Economía pueda más conceptualmente que el ministro y hasta que los partidos políticos oficialistas que soportan la acción gubernamental.

Pero opiniones puede haber muchas; varias bibliotecas podrán dar cuenta -solvencia técnica mediante- de la validez de las medidas adoptadas, pero “cuando el río suena”, tal como reza el dicho popular, los pescadores de siempre, los titulares del poder especulativo, son quienes más se beneficiarán con una devaluación que ni más ni menos lo que hace es resentir el valor intrínseco de nuestra propia economía.

Carlos Santiago, periodista del semanario Bitácora que se edita con el diario La República, con quien nos separan razones ideológicas que jamás serán personales, con gran inteligencia y desde la posición tradicional de la izquierda, destaca que “Sería bueno conocer la línea alternativa propuesta por la gente encabezada por el senador Lorier, ¿verdad? Decimos esto, porque devaluar cambiando la paridad del dólar con el peso, es actuar a favor de uno de los contendientes de la puja por el ingreso y no, justamente, los trabajadores”.

Más adelante en su nota, agrega: “… el principal actor del movimiento devaluatorio fue el viceministro de Economía, el emepepista Pedro Buonomo, quién afirmó que el nivel del dólar debería estar entre los 21 y 22 pesos, o sea propiciando una devaluación importante con el gatillo de las expectativas. Y el mecanismo dio resultado. Los especuladores, ante la posibilidad del salto en la cotización, comenzaron a comprar a lo que se sumó el Banco Central, llevando la divisa a rondar la cifra mencionada. Claro, para el esquemático Buonomo, lo que importaba era manejar esa variable, oponiéndose a toda una política concretada exitosamente por el equipo económico, tanto el actual como el que actuó en el anterior gobierno, que llevaron al país ayudado, por supuesto, por una favorable coyuntura internacional a tener un crecimiento muy importante”.

Y esto no lo afirma alguien teñido de colorado o de blanco; esto lo dice enfáticamente alguien alineado más allá de su independencia circunstancial en el contexto del libre decir, con la izquierda tradicional.

Por tomar un pasaje más de su nota, Santiago destaca: “… seguramente que este economista está montado en las sordas movilizaciones encabezadas por los comunistas que pretenden crear una línea económica alternativa a la actual, apoyados (al parecer) por el PVP y sectores del propio MPP que buscan un perfilismo sesentista que eclosionará también en otro frente, el sindical. Recordemos que se está comenzando a discutir la Ley de Presupuesto y en ella han puesto el ojo quienes también batallan duramente por la distribución del ingreso”.

Hasta aquí una visión de la realidad, una perspectiva propia y no ajena a la realidad del Frente Amplio. Podrá decirse que prima en estas afirmaciones la liberalidad del profesional periodista, quizá así sea, o que nada puede contra la independencia del político honesto. Puede que haya de lo uno y de lo otro en esta suma de opiniones. Pero yo prefiero en estas horas de incertidumbre, que también lo son, parafrasear a Ortega y Gasset, quien con su pensamiento nos ofrece un Norte para seguir entre tanta neblina autoimpuesta desde las filas de un Gobierno integrado por una “gran colcha de retazos” que a la hora de generar tranquilidad en la plaza financiera, agudizan el quebrantamiento de la delgada línea de la confianza en el sistema económico.

Así decía el filósofo español: “yo soy yo y mi circunstancia; y si no la salvo a ella, no me salvo yo. ¿Las circunstancias son las cosas mudas que están a nuestro alrededor, Muy cerca de nosotros levantan sus tácitas fisionomías con gesto de humildad y de anhelo, como menesterosas de que aceptemos su ofrenda, y a la par avergonzadas por la simplicidad aparente de un donativo. Y marchamos entre ellas, ciegos para ellas, fija la mirada en remotas empresas, proyectados hacia la conquista de lejanas ciudades esquemáticas.”

Consideremos estos extremos, y todos –críticos y gestores- oficialistas y opositores, que si en algo no debe haber dudas sobre un Gobierno, es respecto de su intencionalidad política y garantía jurídica, no para que todo quede como está, sino para que lo que se construya se haga sobre la certeza y no sobre la incertidumbre.

Cuando se repiensa sobre el pasado de los unos y los otros en el concierto de la actividad política, inevitablemente, al ciudadano común le debe venir a la memoria la letra de aquél tango que decía: “… y lo que más bronca me dá, es haber sido tan gil”.

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