Por Cesar García
El Parlamento escuchó al ministro, y aunque el ministro argumentó su inocencia a base de la lógica de los hechos, ¿cómo habrían actuado en la interpelación de ayer comunistas, socialistas y tupamaros, si en vez de Bonomi el interpelado hubiese sido un blanco o un colorado?
Hay quienes pueden sostener, con acierto, que nada habría cambiado; otros, con más detenimiento en el análisis advertirían la inconsistencia argumental entre el ayer y el hoy.
Con algunos quilos menos, poca barba y sin canas, quizá Bonomi no habría sido tan cansino y pausado al decir sus verdades; seguramente habría ido a la puerta del Palacio Legislativo en busca del familiar del recluso muerto que lo insultaba desde las barras y que fue sacado por la policía. Esto no habría sido tolerado en los años sesenta, y mucho menos en la antesala del 73 cuando los hechos adversos de la incomprensión política nos llevó al desacierto del quiebre institucional.
Por cierto que no se trata ni de olvido ni de perdón; tampoco se trata del sano juicio a la hora la verdad; mucho menos se quiere hacer caer a un ministro por desavenencias parlamentarias, en tanto esa forma de hacer la política cayó cuando la izquierda pasó de la oposición al oficialismo y varió el temperamento de la tan mentada “sensibilidad política”.
Ahora las “razones” se cuentan en votos; nadie habla de dignidad sino de “apoyos políticos”, y el respaldo es consecuencia del “silencio en Sala” y la “mano alzada”, casi de yeso, a la hora de decidir situaciones dirimidas mucho antes en la casona del MPP.
Comprendemos al ministro; aceptamos la lógica de los hechos, pero asumamos que la más grave acusación formulada a la gestión del Frente Amplio en materia carcelaria se la tiró en su rostro imaginario los últimos seis años de la historia reciente en la que siendo gobierno, hicieron poco o nada para revertir la realidad.
Seguramente ha habido un “cambio en el país de primera”; esta ha sido una muy fulera marcha atrás respecto de la convicción, la solidaridad y el humanismo político.
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