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CRISIS EUROPEA
La “tercermundización” del primer mundo y la socialización del dolor
De tanto vivir en crisis, los países empobrecidos como Uruguay, se han vuelto expertos en la materia, aprendiendo con dolor que la mágica palabrita “crisis” no es otra cosa que la expresión práctica y concreta de ese principio de la sociedad de mercado que establece la privatización de las ganancias y la socialización de las pérdidas. En los momentos de bonanzas, los que más tienen hacen ostentación de éxito, alegría de vivir y de ser éste el mejor de los mundos. Cuando las cosas van mal, el vía crucis de la pobreza se socializa, golpeando duramente a los más débiles, mayoría silenciosa, la que en las buenas, con su trabajo creó la riqueza que acaparó esa minoría.
Al primer mundo europeo, bendecido por la “socialdemocracia progresista”, le falló las vacunas contra la pobreza, la desocupación, la miseria y la desesperanza. De la mano de los grandes especuladores financieros del capitalismo, el “tercermundismo” entró en la casa de todos, como perico por su casa, con la nariz fruncida y el gesto de asco de los ricos que temen ensuciarse el alma con la pobreza de sus proletarios, o de los inmigrantes sudacas y africanos. Y peor aún, la socialización del dolor hace que la guadaña de la muerte siembre su cuota cotidiana de tragedia, aun cuando no se contabilizan en las bolsas de valores; esos casinos donde los especuladores se juegan diariamente y en forma insensible, la vida de millones. Y por supuesto con la complicidad de los grandes titulares de prensa que saturan a la gente hablando de finanzas y fútbol.
Hace unos pocos días, Antonio, músico griego de sesenta años, y su madre de noventa saltaron al vacío desde la azotea de un edificio de Atenas. Antonio estaba desempleado y su madre padecía alzheimer y otros problemas de salud. Antes de suicidarse, había explicado que no podía pagar una residencia para su madre y que los centros públicos no admitían a ancianos con problemas de salud graves porque suponen una carga que consideran excesiva. Tras afirmar que “estamos gobernados por ladrones y todos sus acólitos”, Antonio explicaba que, pese a haber vendido todas sus propiedades, no tenía dinero que le permitiera cuidar y alimentar a su madre.
Dimitris Christoulas, farmacéutico ateniense jubilado de 77 años decidió poner fin a su vida de manera pública, disparándose un tiro en la plaza Syntagma, frente al Parlamento griego. El trágico hecho dio lugar a protestas y a enfrentamientos con la policía por todo el país. Desde que comenzó la crisis, los suicidios en Grecia no han parado de aumentar, siendo tres personas las que diariamente se quitan la vida. La desocupación, las deudas, la pobreza extrema provocada por la crisis y el desmantelamiento de los servicios públicos y de protección social, han logrado que desde el año 2009 la tasa de suicidios en Grecia haya aumentado un 40%.
En Italia, en los cuatro primeros meses de este año setenta y tres personas se han suicidado por problemas económicos. Los suicidios de esta índole han aumentado un 25% en los últimos tres años. Para una asociación de artesanos “para muchos de los que optan por quitarse la vida, el suicidio es un gesto de rebelión contra un sistema sordo e insensible que no acierta a entender la gravedad de la situación. Es un verdadero grito de alarma lanzado por quien ya no puede más”.
Doscientos manifestantes intentaron entrar en la sede de Equitalia en Nápoles y cerrar las oficinas. Entidad pública creada en 2005 para recaudar forzosamente impuestos impagos, multas y recargos, es criticada duramente por los métodos utilizados para el cobro de los tributos con intereses usureros y procediendo al embargo de viviendas para conseguir recaudar las cantidades adeudadas. Días después de aquel intento de ocupación, las oficinas de Equitalia en Livorno recibieron un ataque con cócteles molotov; en la sede en Roma recibía una carta bomba simulada, en la de Viterbo explotaba un artefacto artesanal y en Sicilia cientos de trabajadores de la FIAT ocuparon las oficinas.
Fueron respuestas a los recientes suicidios de desempleados y pequeños empresarios agobiados por las deudas. Es el caso de Giuseppe, un albañil desocupado que se quitó la vida al recibir una carta de Hacienda en la que le exigían el pago de impuestos, y de Giovanni, desocupado que se prendió fuego en Sicilia al no poder seguir pagando sus recibos. Frente a estos ataques, el Estado italiano ha optado por la represión, cargando contra las manifestaciones y criminalizando las protestas. La ministra de Interior ha propuesto utilizar al Ejército porque “cualquier ataque contra Equitalia es un ataque contra el Estado” manifestó.
Y para mayor coincidencia con las crisis en nuestros países, por ejemplo la del 2002, tanto Italia como España, para citar los que están más cerca de los uruguayos, millones de euros de dinero público han sido vertidos en el pozo sin fondo de las grandes empresas y bancos. Rescate, inversamente proporcional al hundimiento de los servicios públicos que hacían la vida un poco menos jodida. Se desmantela la enseñanza y la salud pública, mientras el gasto en Defensa aumento en tres mil millones y medio de euros. El sistema tributario desplaza recursos económicos de los explotados a los parásitos de la banca, de los grandes grupos industriales y del Estado.
Con indicadores económicos del primer mundo, muchos son los que se creen el verso de que estamos “blindados” y dispuestos a enfrentar con éxito toda posible crisis. Las mismas estructuras neoliberales persisten y se consolidan en este Uruguay “progresista. Por ello nada más sabio que ponerse en alerta y hacer nuestro aquella advertencia de una humorista brasileña, que al ver venirse el problema decía: “olha o golpe gente”.
Y que la alerta sea activa permitiendo, al menos, mirar críticamente las tragedias de la vida, esas que se extiende más allá de las especulaciones de las bolsas de valores.
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