Carlos Alberto MONTANER
Esritor y periodista cubano.
Taiwán es una isla más pequeña que Costa Rica
y casi tan poblada como Venezuela. No tiene petróleo ni riquezas naturales. En
1949 era más pobre que Honduras y más tiranizada que Haití. Hoy es una
democracia estable dos veces más rica que Argentina. ¿Hay alguna lección que
aprender? Por lo menos, siete. Supongo que Chávez, Correa, Ortega, Morales y
Raúl Castro, los cinco jinetes del Apocalipsis del Siglo XXI, deberían prestar
atención.
PRIMERA LECCIÓN. No hay destinos inmutables.
En cuatro décadas, Taiwán logró superar la tradicional pobreza y despotismo que
sufría el país desde hacía siglos hasta convertirse en una nación del primer
mundo con un per cápita de $37,900 dólares anuales medido en paridad de poder
adquisitivo. Este milagro económico se llevó a cabo en sólo dos generaciones.
La pobreza o la prosperidad son electivas en nuestra época.
SEGUNDA LECCIÓN. La teoría de la dependencia
es totalmente falsa. Las naciones ricas del planeta –el llamado centro— no les
han asignado a los países de la periferia económica el papel de suministradores
o abastecedores de materias primas para perpetuar la relación de vasallaje.
Ningún país (salvo China continental) ha intentado perjudicar a Taiwán. Esas
visión paranoica de las relaciones internacionales es mentira. No vivimos en un
mundo de países verdugos y países víctimas.
TERCERA LECCIÓN. El desarrollo puede y debe
ser para beneficio de todos. Pero el reparto equitativo de la riqueza no se
logra redistribuyendo lo creado, sino agregándole valor paulatinamente a la producción.
Los taiwaneses pasaron de tener una economía agrícola a otra industrial, pero
lo hicieron mediante la incorporación de avances tecnológicos aplicados a la
industria. El obrero de una fábrica de chips gana mucho más que un campesino
dedicado a cosechar azúcar porque lo que él produce tiene un valor mucho mayor
en el mercado. Esto explica que el Indice Gini de Taiwán -el que mide las
desigualdades- sea un tercio mejor que el del promedio latinoamericano. Sólo el
1.16% de los habitantes de ese país cae por debajo del umbral de la pobreza
extrema.
CUARTA LECCIÓN. La riqueza en Taiwán es
fundamentalmente creada por la empresa privada. El Estado, que fue muy fuerte e
intervencionista en el pasado, se ha ido retirando de la actividad productiva.
El Estado no puede producir eficientemente porque no está orientado a
satisfacer la demanda, generar beneficios, mejorar la productividad e invertir
y crecer, sino a privilegiar a sus cuadros y a fomentar la clientela política.
QUINTA LECCIÓN. En el muy citado comienzo de
Ana Karenina, Tolstoy asegura que todas las familias felices se parecen unas a
otras. La observación se puede aplicar a los cuatro dragones o tigres
asiáticos: Taiwán, Singapur, Corea del Sur y Hong-Kong. Aunque han tomado
caminos parcialmente distintos hacia la cabeza del planeta, se parecen en estos
cinco rasgos:
• Han
creado sistemas económicos abiertos basados en el mercado y en la existencia de
la propiedad privada.
• Los
gobiernos mantienen la estabilidad cuidando las variables macroeconómicas
básicas: inflación, gasto público, equilibrio fiscal y, en consecuencia, el
valor de la moneda. Con ello, potencian el ahorro, la inversión y el
crecimiento.
•
Han mejorado gradualmente el Estado de Derecho. Los inversionistas y los
agentes económicos cuentan con reglas claras y tribunales confiables que les
permiten hacer inversiones a largo plazo y desarrollar proyectos complejos.
•
Se han abierto a la colaboración internacional, jugando fuertemente la carta de
la globalización, apostando por la producción y exportación de bienes y
servicios en los que son competitivos, en lugar del nacionalismo económico que
postula la sustitución de importaciones.
•
Han puesto el acento en la educación, en la incorporación de la mujer al sector
laboral y en la planificación familiar voluntaria.
SEXTA LECCIÓN. El caso de Taiwán demuestra
que un país gobernado por un partido único de mano fuerte, como era el caso del
Kuomintang, puede evolucionar pacíficamente hacia la democracia y el
multipartidismo sin que la pérdida del poder les traiga persecuciones o
desgracias a quienes hasta ese momento lo detentaron. La esencia de la
democracia es ésa: la alternabilidad y la existencia de vigorosos partidos de
oposición que auditan, revisan y critican la labor del gobierno. La prensa
libre es beneficiosa.
SÉPTIMA LECCIÓN. En esencia, el caso taiwanés
confirma el superior valor de la libertad como atmósfera en que se desarrolla
la convivencia. La libertad consiste en poder tomar decisiones individuales en
todos los ámbitos de la vida: el destino personal, la economía, las tareas
cívicas, la familia. No hay contradicción alguna entre la libertad y el
desarrollo. Mientras más libre es una sociedad más prosperidad será capaz de
alcanzar. Para ello, claro, es menester que la inmensa mayoría de las personas,
encabezadas por la clase dirigente, se sometan voluntaria y responsablemente al
imperio de la ley.
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