Marcelo
GIOSCIA CIVITATE
El
estreno de “Selkirk, el verdadero Robinson Crusoe” primer largometraje de
animación nacional, en simultáneo en tres países y distribuido nada menos que
por la Compañía Disney, no puede pasar desapercibido, porque constituye en sí
mismo un verdadero acontecimiento. Pues el proyecto, que demandó diez años de
esfuerzos constantes y que tuvo en Walter Tournier a un director formidable,
logró conformar una co-producción con capitales nacionales y extranjeros y un
gran equipo de técnicos y colaboradores en varias áreas y especialidades, para
poder ver el resultado que hoy se exhibe.
Porque
bueno es recordar que, detrás de cada minuto de la película, existen días de
trabajo y esfuerzo, de avances y retrocesos, de satisfacciones y frustraciones.
Por ello es que advertimos y valoramos lo magnífico del resultado. Incluso, por
la enseñanza en valores que trasmite la película y la difusión que habrá de darse a través de
las muestras de los muñecos de los personajes y las escenografías, para que el
público, aún los más pequeños, puedan aquilatar la realidad que se esconde
detrás de la fantasía animada que encierra el relato.
Realidad
que, muchas veces no se llega a dimensionar en su justa medida, más en los
tiempos en que vivimos, (en que el asistencialismo sin contraprestación, nivela
hacia abajo y no permite la superación con dignidad de quienes reciben esa
contribución) donde todo parece se consigue al golpe de un clic, y el esfuerzo
no se llega a valorar lo suficiente, como elemento necesario para obtener
resultados de superación.
Es
que los avances que ha tenido la legislación en el desarrollo de estas
actividades que vienen desde 1995, los premios que se otorgan y el
fortalecimiento de la figura del “mecenazgo” con los estímulos que suponen
consideraciones en materia tributaria, inclinan a empresas y empresarios, tanto
de la esfera pública como privada, a brindar su apoyo financiero a este tipo de
emprendimientos. Y bueno es que esto ocurra.
Justo
es señalar que, el nivel alcanzado en este tipo de animación, que los técnicos
denominan “stop-motion”, coloca a esta producción nacional en un nivel de
competencia similar al que puede esperarse de grandes estudios de animación de
países del primer mundo.
Es
así que personajes, vestuarios, escenografías, e iluminación en concordancia
con diálogos, canciones y música, se suceden, conjugan y se transforman desde
su primer origen artesanal (y detallista al extremo) para ofrecer un producto
de muy buena calidad expresiva. Demuestra la importancia del tesón y el
esfuerzo, como necesarios para la obtención de resultados, pero más aun, deja
en evidencia la trascendencia que tiene el trabajo en equipo, cuando se
persiguen sin desfallecer, objetivos de excelencia.
Muy
bueno sería que las autoridades públicas, dieran una mayor difusión a las leyes
que otorgan beneficios tributarios a quienes aporten capital para construir
estas realidades. Y que las empresas
públicas destinen en sus presupuestos un porcentaje aún mínimo de sus ganancias,
para el cristalino apoyo de este tipo de iniciativas, que apuntan al verdadero
desarrollo de una industria de exportación no tradicional de contenido
cultural, (que conlleva infinidad de puestos de trabajo reales) no sería
cuestionado por la ciudadanía, sino todo lo contrario.
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