Mario PIRIZ
Referirse a literatura y poesía, es abordar, el lenguaje,
expresión esencial del ser y la comunidad humana, y alma del periodismo y los medios de
comunicación. Como tal es motivo de atención permanente, de ahí estas
reflexiones de verano.
En realidad, la poesía es esencia, por lo tanto es, o
no es. La calificación de buena o mala literatura y poesía está dirigida al uso
profano de sus formas y no rozan lo sustancial. Sin embargo, en tiempos en que
todos coinciden con el derrumbe de los valores propios de los seres humanos y
la vida, se observa, hasta con indiferencia, como en el reino del mercado, se
prostituye el lenguaje y toda expresión literaria, incluso la poesía.
En nuestras pequeñas aldeas, donde las tensiones
creativas se diluyen por falta de estímulos, motivaciones o por la simple
ausencia de referentes, prolifera la mediocridad a la vista de todos, siempre
alimentada por la ignorancia supina, el
cretinismo y la soberbia.
Todo parece, que en forma deliberada, se han cortado
las amarras de los puentes que en otro tiempo integraban los espíritus más
humildes a esa comunidad (autores y libros) de las voces literarias y
científicas universales de todos los tiempos.
Por principio, la cultura y la educación dominante cortaron los puentes
entre las dos orillas espirituales del Atlántico; el de las lenguas hispánicas
y latinas con otras lenguas; y en
materia de poesía, el puente con las voces inmortales de Juana, Delmira,
Alfonsina, Alberti, Neruda, Nazim Hitmet, César Vallejo, Gabriel Celaya, Blas
de Otero, Thiago de Mello, Leopardi, Maiakosky, Whitman, Bécquer, Dario, Leon
Felipe, Carlos Drummond de Andrade , Mario Quintana, y tantos, tantos otros. Y
en el mundo de la narrativa, rompieron el puente que nos unía a una la lista
inconmensurable de hermanos del alma y el intelecto, tan enorme como lo es en
el área de las artes plásticas y todas
aquellas expresiones excelsas de la
existencia humana.
Y el rebaño de los necios, siempre reptando y
adorándose el ombligo, no dejan de morirse de vergüenza, cuando en la intimidad
osan comparar sus garabatos con la producción de los auténticos creadores. Por
eso mismo no pierden oportunidad de
trepar todas las tribunas, en especial los modernos medios de comunicación,
para gritar, - ignorantes y soberbios - que descubrieron la pólvora, o que alcanzaron
la primicia de lo efímero y vulgar, enclaustrando en el baúl de las cosas
viejas a las voces de los grandes creadores. Y luego, hipócritamente, no les
tiembla el pulso señalando la pérdida de valores y la deshumanización de las
conductas y prácticas sociales. ¡Qué paradoja!
El poeta español Francisco Álvarez Velasco, casi solitario navegante en la tormenta,
creador del Portal de Poesía, señaló en un reportaje, que en este mundo al
revés, “indudablemente los empeñados en escribir literatura seguirán llenando y
rompiendo sus papeles o guardándolos en sus cajones” abrigando la esperanza en
un nuevo tiempo en que las modernas tecnologías dejando de ser pedradas de
información dirigidas al cerebro, sean herramientas con que las personas se
comuniquen de corazón a corazón,
acariciando el alma y la piel.
Álvarez Velasco, inteligentemente, formuló en su web
una dura crítica a ese rebaño de falsos poetas y escritores que con solo
garabatear algunas líneas e imprimirlas en papel presumen de ilustres y
honorables, y se adjudican los lucros del derecho de autor, generados por sus
compinches o socios, - políticos incrustado en los órganos estales – al imponerlo
como lectura obligatoria de escuelas y centros de enseñanza.
Para aquellos que abren una rendija en el alma al aire
fresco y renovador, reproducimos el decálogo denominado por el poeta español,
“los diez mandamientos para escribir mala poesía” pero que sin duda es acertado
para todo género de literatura:
“1. En el principio y en el final no era ni será la
palabra.
2. Escribe solo cuando estés en el cenit del dolor o
de la alegría.
3. Un verso es una línea cortada para simular que no
es prosa.
4. Alégrate mucho cuando un amigo te elogia lo que has
escrito.
5. No vuelvas sobre lo que escribes en el primer
impulso: no taches, no rehagas.
6. Repítete a ti mismo: soy el más grande poeta que
vieron los siglos.
7. No leas a los buenos poetas para que no te
influyan.
8. Da preferencia a los ecos y olvida las voces.
9. Desprecia el ritmo y la melodía.
10. Si eres joven, no leas a los viejos; si eres
viejo, no leas a los jóvenes”.
Que sirva pues el presente decálogo como instrumento
de discernimiento y poder así, digerir, es decir, “expulsar” los demonios que
oprimen, siembran mediocridad, destruyen la persona y llaman a silencio lo más
digno de la cultura humana.
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