Ope PASQUET
La idea de
que los representantes de un partido en el Parlamento deben actuar de acuerdo
con los criterios del partido, y no según su opinión personal, forma parte de
una concepción más amplia acerca del papel que deben cumplir los partidos
políticos en el funcionamiento de una democracia. En el Uruguay, el primer y
más radical exponente de esa concepción fue don José Batlle y Ordóñez. Don Pepe
sostenía que los partidos debían organizarse
“de abajo hacia arriba”, que sus representantes debían ajustar estrictamente su
conducta al programa del partido (mandato imperativo) y que si no lo hacían, el
partido debía poder removerlos de sus cargos y sustituirlos por otros
ejecutores más fieles de dicho programa (revocabilidad de los mandatos). De
acuerdo con estas ideas, promovió en 1919 la creación en el seno del Partido
Colorado de la “Agrupación de Gobierno”, órgano del que formarían parte el
Presidente de la República y sus
ministros (obviamente, si eran colorados), los directores de los entes
autónomos y los legisladores del partido,
más los miembros del Comité Ejecutivo Nacional; allí se discutirían los
asuntos de gobierno y administración y se decidirían los criterios a seguir. El
presidente colorado de la época, Feliciano Viera, no aceptó el planteo de
Batlle, y fue entonces que surgió el “vierismo” como escisión del Batllismo.
Actualmente,
la Carta Orgánica prevé la existencia de la Agrupación de Gobierno (tanto a
nivel nacional como departamental), aunque su integración ya no incluye al
Presidente de la República, pues la
Constitución lo prohíbe.
La
Agrupación de Gobierno colorada se reunió muy pocas veces desde 1985 hasta hoy.
Pese a ello, el Partido Colorado y sus
sectores se han caracterizado por actuar desde el gobierno con un fuerte
espíritu de unidad y disciplina, no
impuesto por las normas sino derivado directamente de la conciencia de sus
responsabilidades. Sin embargo, nunca se
había recurrido antes a la disciplina partidaria en materia de aborto; siempre
se entendió que este era un tema reservado a la convicción personal de cada
legislador.
¿Quién
decide en qué asuntos se aplica o no se aplica la “disciplina partidaria”?
La Carta Orgánica no limita las
atribuciones de la Agrupación de Gobierno en función del asunto de que se
trate. Es lógico que sea la mayoría la que resuelva, pues la otra opción es que
decida la minoría, lo que sería democráticamente absurdo.
A los
disidentes siempre les queda, empero, la posibilidad de rebelarse e irse. En
definitiva, respetar o no respetar las reglas de un grupo cualquiera (un sector partidario, un
partido, una iglesia, un Estado) es siempre una opción personal; uno acepta o
no acepta lo resuelto por la mayoría, y en cada caso se hace cargo de las
consecuencias.
Yo creo que
es necesario que haya partidos fuertes –organizados democráticamente, con
programas claros y bien definidos y representantes comprometidos a cumplirlos-
para que la democracia funcione bien y pueda satisfacer las demandas de la
ciudadanía. Por eso acato lo resuelto por la mayoría, de mi partido o de mi
sector, mientras no violente mis
principios.
En el año
2005, los sectores entonces mayoritarios en el Partido Colorado (el Foro Batllista y la Lista 15)
proclamaron a Pedro Bordaberry como candidato a la Intendencia de Montevideo y
quisieron que fuera, además, candidato único. Varios integrantes de la
agrupación que yo integraba e integro, Batllismo Abierto, rechazaban la idea de la candidatura única y querían
proclamar un candidato propio. Por diversas razones, yo no estaba de acuerdo
con ellos. Discutimos, votamos y perdí; incluso me encargaron que defendiera en
la Convención Departamental la posición de la agrupación, y así lo hice. En
contra de mis opiniones personales, hablé y voté de acuerdo con lo resuelto por
la mayoría de Batllismo Abierto.
En el año
2008, las mayorías de la época propusieron a la Convención que el partido
promoviera una reforma constitucional que impidiera toda forma de impuesto a
las pasividades. Me opuse a la propuesta, pero la mayoría la aprobó y yo,
acatando lo resuelto, firmé por la reforma.
De la misma
manera, el pasado martes voté en el Senado en contra de la despenalización del
aborto, contrariando mi opinión personal pero acatando lo resuelto el lunes por
la bancada de Vamos Uruguay, por amplísima mayoría (catorce votos contra dos).
Aclaro, sin entrar a considerar la cuestión de fondo, que para mí la
despenalización del aborto no es cuestión de principios, sino de política
legislativa; me parece que la ley penal como instrumento para resolver el
problema del aborto, es tan inadecuada como una cuchilla de carnicero para una
operación de cataratas.
Sigo
convencido de que (tal como lo dije en la
reunión de bancada) fue un grave error imponer unidad de acción en
materia de aborto, pero no me olvido de que, como decía don Pepe, la mayoría no
siempre tiene razón, pero es la única que tiene derecho a equivocarse.
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