Julio Mª SANGUINETTI
Abogado. Periodista. Presidente de la
República (1985-1990); (1995-2000)
Fuente: diario El País, 15 de enero de 2011
El 1° de febrero de 1973, el Senador Amílcar
Vasconcellos, un vigoroso legislador batllista, denuncia en Radio Carve que
"Nadie, salvo por cobardía, por comodidad o por ceguera histórica, tiene
el derecho de ignorar que hay en marcha en este nuestro Uruguay -más allá de
las declaraciones que se hayan hecho y que se pueden hacer- un movimiento que
busca desplazar a las instituciones legales para sustituirlas por la omnímoda
voluntad de los que pasarían a ser integrantes de la internacional de las
espadas". Se basaba en que los mandos militares, embriagados por la
victoria frente a los tupamaros, venían ya desbordándose, al punto de que meses
antes habían hecho procesar por la Justicia castrense al Dr. Jorge Batlle, en
uno de esos episodios que se resolvían trabajosamente pero dejando la
inequívoca sensación del desgaste institucional.
El Presidente Bordaberry le contesta a
Vasconcellos, reafirmando la tradición democrática del país, pero los mandos se
reúnen y reclaman el derecho a contestarle ellos mismos. El Comandante de la
Armada, Contralmirante Zorrilla, es el único que discrepa con sus colegas, del
mismo modo que rechaza propuestas de líderes nacionalistas de que apoyara una
renuncia de Bordaberry y se llamara a elecciones nuevamente. "No nos
apartaremos de la Constitución", contesta el marino. "Somos leales al
Presidente y si éste renuncia lo seremos al Vicepresidente. De la Constitución
no tenemos derecho a alejarnos", añadió.
El miércoles 7 de febrero los Comandantes de
las Fuerzas, con la excepción de la Armada, contestan con agravios a
Vasconcellos y desarrollan ya la teoría golpista de que la sedición ha sido
derrotada en el plano militar, pero permanece aún la "subversión",
que "nadie puede negarlo, afecta directamente la seguridad nacional".
La llamada "subversión" era un indefinido agravio al "ordenamiento
institucional, social, moral y económico nacional".
El Presidente juega su última carta y designa
Ministro de Defensa al General Antonio Francese, un gran militar,
incuestionablemente demócrata. El Ejército no lo acepta y el 8 de febrero, se
corta el tránsito en la Avenida Agraciada, frente a la División de Ejército I.
Se emite un comunicado militar anunciando ese rechazo, mientras se van ocupando
los canales de televisión. La Armada, al mando de Zorrilla, en la madrugada
declara su lealtad a las instituciones, ordena a los Fusileros Navales instalar
barricadas y cerrar la Ciudad Vieja, mientras los buques se despliegan en orden
de combate frente a la costa. Zorrilla le ofrece al Presidente una base para
poder negociar con alguna fuerza.
Las fuerzas políticas de inmediato se
alinean. Las mayorías coloradas y blancas con las instituciones. El Frente
Amplio intenta sumarse al golpe. Su esperanza radicaba en que el grupo llamado
"peruanista" del Ejército pudiera configurar un gobierno con su
participación; aunque hoy parezca ridículo, era el Gral. Gregorio Álvarez el
titular de esa expectativa, que la proclama el propio General Seregni en un
acto público en la Unión, en la noche del 9 de febrero. A la misma hora, los
Comandantes emiten un comunicado N° 4, que es el programa de gobierno de las
Fuerzas Armadas. La CNT dialoga con esos mandos y "El Popular", el
diario comunista, expone la necesidad de un gobierno con civiles y militares.
Al día siguiente, el Presidente le pide a Zorrilla que abandone el bloqueo,
pues se dispone a negociar con los Comandantes sublevados, con los que pactará.
Renuncia el Ministro Francese y renuncia también Zorrilla. "Acción",
"El Día" y "El País" elogian a Zorrilla. El diario
comunista editorializa: "Nosotros hemos dicho que el dilema no es entre
poder civil y poder militar, que la división es entre oligarquía y pueblo, y
que dentro de éste caben indudablemente todos los militares patriotas que estén
con la causa del pueblo". Toda la izquierda se alinea a favor del golpe.
Solo Carlos Quijano levanta su voz crítica.
A partir de ese 10 de febrero, el país vivirá
fuera de la legalidad. En esos tres días, la Armada al mando de Zorrilla
escribió una hermosa página cívica. Ese gran comandante se refugia en su casa,
pero no bien aparece un atisbo de apertura, se vuelca a la lucha cívica, en el
Partido Colorado. Nos acompañó en la lista ABX en la histórica elección interna
de noviembre de 1982 y terminó preso porque no se aceptaba que hablara...
Restablecida la democracia, será Senador por el Batllismo Unido y más tarde
Embajador en el Vaticano.
El 5 de enero de este 2012 falleció, a los 91
años, rodeado del cariño de una hermosa familia y de una legión de amigos que
le admirábamos. En medio de estos calores, la sociedad uruguaya no percibió
claramente lo que significaba este alejamiento, el valor de símbolo que
representaba. Los hechos, que sucintamente hemos narrado, hablan por sí solos.
Zorrilla fue un gran militar, y un ciudadano
sin claudicaciones, al que le sobró coraje para defender la institucionalidad.
Recordaba un colaborador suyo que cuando se retiraba de su despacho, donde tuvo
que recoger rápidamente sus papeles, al salir advirtió que en el escritorio, ya
vacío, solo quedaba encima una Constitución. Se dio vuelta y tomándola, dijo:
"Me la llevo porque aquí no la van a usar más…"
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