Ope PASQUET
En el curso
del 2011, el gobierno y los partidos de oposición hemos discrepado ásperamente
acerca de varias cuestiones, desde la anulación de la Ley de Caducidad a la política exterior, pasando por la seguridad y la educación.
También hemos alcanzado algunas coincidencias, como las registradas en materia
de lineamientos generales para el desarrollo del transporte y la logística, y
de criterios rectores para la regulación de la
llamada minería de gran porte. Coincidencias y discrepancias son propias
de la normalidad democrática. Las unanimidades solo existen cuando un régimen
de fuerza las impone, y el disenso sistemático y radical, en todos los temas,
tiene más de pulsión autodestructiva de una sociedad que de expresión de
libertad.
Dentro de
unas horas, empero, estaremos levantando las copas en familia
para celebrar las fiestas tradicionales, y no parece ser esta la ocasión
apropiada para una maratón de repaso de las polémicas del año.
Me parece
más útil celebrar lo que hace posible que discrepemos y sigamos conviviendo en
paz. Esa argamasa de la vida colectiva es la tolerancia, que es el respeto por
el otro, cualesquiera sean sus opiniones. La premisa básica es que todos somos
iguales en dignidad y derechos inherentes a nuestra humana condición. Por lo
tanto, el otro debe poder decir lo que
piensa con la misma libertad que yo quiero para mí, y yo le debo a él el mismo
respeto que pretendo que se me tenga a mí. Todas las discrepancias caben en el
marco de estas reglas elementales y fundamentales.
A la vista
está que hay maneras muy distintas de entender lo que son “el bien común” o “el
interés general”. Pero esas diferencias no autorizan a dudar de la pureza de la
intención ajena. Atribuir propósitos espurios al que piensa distinto conduce
rápidamente al intercambio de insultos y a
la degradación de la convivencia. Las palabras respetuosas, la
corrección en la polémica y en el trato con el adversario, constituyen la
infraestructura de la tolerancia democrática. Desde esta perspectiva, el debate
parlamentario debiera aspirar a ser un modelo para el ciudadano común, aunque
reconozco que no siempre lo logra...
Una cosa son
las palabras y otra los hechos. En materia de opiniones, la regla es la
tolerancia. En materia de conductas, la
regla es la ley. Para convivir en paz hay que hacerlo en el marco del Derecho;
fuera de él no está la libertad, sino el imperio de la fuerza. El Derecho es lo
que garantiza libertad y justicia también para los débiles. Por eso es mentira
que el fin justifique los medios; por el contrario, son los medios los que justifican
el fin. Sobran los ejemplos que demuestran que los que se saltean la
Constitución y las leyes para ir más rápidamente hacia el objetivo que buscan,
hacen un daño real y concreto mucho mayor que el bien difuso y vago que
pudieron haber soñado.
Brindo por
la tolerancia entre los que pensamos distinto, y por la unión de todos en el respeto a la ley.
¡Felices
fiestas!
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