ESTRATEGIA



Entre estrategia y táctica la nada y la indignación

En esta cotidianidad  siglo XXI, antiguos términos y conceptos militares se han instalado en todas las áreas de la existencia.  Desde el sistema político hasta el comercial, estrategia y táctica, se han convertido en conceptos comunes en el día a día, expuestos a desgastes, replanteando dificultades tradicionales y dificultando las comunicaciones.  Recordemos que son conceptos que vienen desde el fondo de la historia, acuñados por militares como Julio César, Aníbal, Gengis Kan y por todos aquellos que dirigieron grandes formaciones de tropas con las cuales arrasaron  hasta continentes enteros. En la lucha por la vida, en lo individual, es ya un lugar común referirse al planeamiento estratégico de la existencia  y al combate cotidiano, la táctica de ejecución de aquella estrategia. Hoy todo ciudadano se siente un estratega y un táctico removiendo  dificultades propias en el camino de la vida.
Estrategia y táctica están presentes y aceptadas por la Academia de la Lengua para utilizarse desde la economía hasta en los juegos electrónicos. Se elabora la estrategia para construir viviendas, para producir la tierra, para producir alimentos; el grupo de teatro para presentar la obra; el estudiante planea la estrategia para los exámenes finales; los directivos del club deportivo el desempeño del equipo en el campeonato; el taxista que tiene una estrategia de cómo llegar a un punto por la ruta más corta, ahorrar combustible y cobrar lo mismo. En ciencias, se habla de estrategia evolutiva; estrategia en el ajedrez; estrategia directiva en aquella habilidades gerenciales para su planeamiento y ejecución de un proyecto; hablamos de ejecución de una estrategia, de un proyecto, es decir, de echar a andar algo pensado, escrito y planeado. Sin embargo la cuestión no concluye ahí.  Hace falta entrar en el combate cotidiano,  de trabajar la tierra, construir las viviendas, producir los alimentos. En definitiva, dejarnos de tantas palabras nuevas y pasar a los hechos, sin entretenernos en cuestiones lingüísticas  o académicas. En el arte de gobernar, evidentemente  el gran problema está con los proyectos, que es la parte que antecede a las obras. Es la parte de la estrategia, formada por los estudios, evaluaciones y decisiones, pero precisamente donde entra a jugar la táctica.
El sistema político orientado a la gestión  del Estado Moderno, se ha perfeccionado en la elaboración y planeamiento estratégico, con definiciones, objetivos generales, planes de gobierno y ejercicio del poder, relegando a un segundo plano, la táctica, es decir, las formas cotidianas de concreción de aquella estrategia. Así ocurre  con aquellos que tienen obligación, luego de los procesos electorales, de engendrar y realizar, en el día a día, las prácticas y soluciones concretas, en particular en la vida cotidiana productiva. Se introdujo el concepto de estrategia para sustituir el de planes, olvidando concebir las tácticas que hacen posible aquella estrategia. Encontramos cosas funcionando y vemos en la televisión, la radio y los periódicos a políticos, especialistas y personalidades explicando proyectos, y guardando un subjetivo silencio sobre los cómo, claros y concretos que emplearán para hacer posible los proyectos difundidos.
Esa preocupante diferencia entre el decir y el hacer, ha generado en la masa ciudadana frustración, desaliento, incredulidad, impotencia y rabia. Evidentemente, y parafraseando a los indignados españoles, tarde nos desayunamos que los legítimos sueños del ciudadano, no entraron en las urnas electorales. Las urnas resultaron pequeñas para los anhelos populares, porque  estaban hechas a la sola medida de los intereses particulares y sectoriales de los candidatos de turno. Demasiadas cosas cotidianas resultan insoportables. Y en la lucha por la vida, el peso acumulado de tantas desilusiones doblega las espaldas populares alimentando la indignación y la rebelión, creciendo la incredulidad en el sistema y en particular en los políticos. Es que las brillantes estrategias elaboradas con el propósito de alcanzar el bien público y presentadas como lúcidos programas de gobierno, se caen como castillo de naipes en el preciso momento en que asumen los cargos de gobierno para los cuales fueron electos. La ausencia de una táctica eficiente revela la falta de auténtica voluntad política en la estrategia pregonada dando lugar a la improvisación y el gobernar a contragolpe detrás de una estrategia subalterna de mantenerse o perseguir el poder por el poder mismo,
Es verdad que las razones para indignarse pueden parecer poco claras, o el mundo demasiado complejo, al menos para la sensibilidad de los que están en el poder, pero no hay que presumir miopía en la ciudadanía. Si entre  estrategia y táctica no hay nada, no se puede evitar la existencia y el estallido de la contradicción. Reiteramos, hay demasiadas cosas que resultan insoportables para quien quiera tomar conciencia de esas contradicciones. Quién se puede quedar quieto, y decir acá no pasa nada, cuando por ejemplo, ve crecer día a día esa gran brecha entre los muy ricos, vomitando dinero y los muy pobres, con sus estómagos vacíos. Quién puede quedar indiferente,  ante el avasallamiento de los derechos del Hombre y de todo ser vivo, y la destrucción sistematizada de la madre naturaleza. Basta abrir los ojos y mirar a nuestro alrededor, para encontrar temas que justifiquen la indignación. Y ante ello, la indiferencia es la peor de las actitudes que se pueden tomar.

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