Cesar García Acosta
El Partido Colorado ha mejorado sustancialmente su forma de relacionamiento interno: su Convención, órgano máximo de representación política, conformado de acuerdo al balance electoral de los últimos comicios, le otorgan legitimidad en el plano formal.
Este no es un hecho menor.
El actual Secretario General del Partido Colorado, Pedro Bordaberry, vienen cumpliendo sostenidamente la citación de los convencionales, la determinación de la agenda que la Convención debe tratar, y la apertura a la participación como un derecho inherente a la investidura política de cada uno de los 500 convencionales que integran ese ámbito deliberativo y resolutivo.
No obstante esto, y reafirmado el concepto de la libertad de participación, parece que el Partido ya está en la antesala de un momento distinto, de un momento más amplio que hace propicio el debate de las ideas más que la puja por hacer prevalecer tales o cuales formalidades. Ejemplo de esto ha sido la última Convención en la que se trató el tema de las Elecciones de Jóvenes, donde el debate se instaló no en la importancia política de una agenda propia para la edad de quienes están procurando una representación efectiva en ese órgano partidario, sino si la Carta Orgánica aceptaba o no tal o cual requisito, el que, según la perspectiva de quien lo, planteara, podía suponer entrar en un debate más cercano al ámbito de las ideas fuerza con las que debe nutrirse un partido político.
Todos somos responsables de un cambio de rumbo en el debate, y de una participación más activa, más política y más propicia al crecimiento del partido más allá de las figuras que hoy se presentan como centro del poder partidario.
Yendo al pasado y como espacio ara la reflexión, recordemosm el pensamiento de Baltasar Brum apenas unas horas después de muerto Batlle y Ordóñez.
“Batlle pensaba nque aún no estaba perfeccionada la obra, porque las masas partidarias podrían ser mal conducidas si la dirección se confiaba a determinadas personas, o sea, a caudillos. Para evitar ese mal, derivado del personalismo, Batlle luchó por la adopción de una carta orgánica que confiara el gobierno del partido a una gran Comisión Nacional y a una magnífica Convención, reduciendo el Comité Nacional al simple rol de ejecutor de las decisiones de aquéllas.”
Y éste es un asunto no menor al observar que Batlle concurría, como lo decía Baltasar Brum, “… a la Comisión Nacional y a la Convención a sostener sus ideas, y todo el mundo recuerda los enormes esfuerzos que realizaba para convencer a los delegados, siendo muy frecuentes los casos en que cedía total o parcialmente en sus puntos de vista.”
Alcanzan apenas estas ideas de Batlle reafirmadas por Brum, para darnos cuenta –quienes concurrimos a las Convenciones- que al Partido le está haciendo falta debate, reflexión e intercambio.
Nada nos será cedido; por eso aceptemos el desafío de empezar a concientizar en que quien debe escuchar a los suyos que actúan en el Gobierno, a sus legisladores en la función de control y de hacedores de políticas públicas, no es un Comité que, aunque legítimo, no puede y no debe sustituir en el marco del debate ideológico, a una Convención que cada vez pide espacio para hacer crecer una base estructural que por derecho tiene hasta discrepar con su propio nivel directriz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario